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domingo, 21 de junio de 2009

Ayuda buena, ayuda mala(21.06.09)

Ayuda buena, ayuda mala.

Manfred Nolte

Pese a su corta edad, Dambisa Moyo, nacida y criada en Lusaka, Zambia, ostenta un currículo prometedor: ocho años en Goldman Sachs, tras una estancia de dos en Washington como consultora del Banco Mundial. Posee un master por Harvard, y es Doctora en economía por la Universidad de Oxford.

Su reciente libro, “Dead Aid”, (ayuda muerta), figura en la lista de “best-sellers” del New York Times. La revista “Time” la incluye entre las 100 personas mas influyentes del planeta.

En su obra, Dambisa Moyo sostiene que el reto mas importante que encara en la actualidad la agenda del desarrollo consiste en destruir el mito de que la ayuda sirva para algo. Las sumas que occidente destina de forma regular al alivio de la pobreza, en particular del África subsahariana, no solo no aportan los beneficios previstos, sino que se erigen en uno de los principales obstáculos para el despegue económico del continente.

Aunque excluye la ayuda humanitaria que se moviliza en respuesta a calamidades repentinas, así como la dispensada a través de las ONGs u otros circuitos privados, la publicación ha desatado una formidable reacción en amplios estratos de la sociedad civil y organizaciones de ayuda al desarrollo. Resulta inadmisible, según estas, que el objetivo secular de redistribuir al sur el 0,7% del PIB central, ampliamente consensuado en el seno de Naciones Unidas, reciba tan inoportuno varapalo por parte de la joven economista zambiana.

El concepto de “eficacia” de la ayuda es antiguo en la praxis del desarrollo. La Declaración de París (2005) y la Agenda de Accra (2008), recogen institucionalmente el debate de la cuestión, enfatizando que calidad y eficacia son factores de mayor relevancia que las meras cantidades distribuidas.

Tampoco es nuevo el enfoque escéptico o aun pesimista de la filantropía como promotora de la precariedad. Autores como Bauer, Collier, Easterly, Barder, Birdsall, Clemens, y Moss entre otros se han posicionado, con matices diversos, en favor de esta tesis.

Dambisa Moyo declara que las ayudas asiduas, en ausencia de infraestructura institucional –la que se conoce con el término de “gobernanza”- ,pueden reducir el ahorro y la inversión de los beneficiarios, crear una cultura de dependencia, debilitar su sector exportador a través del llamado “mal holandés”, reducir la competitividad perpetuando la pereza de los gobernantes, e incapacitar la creación de un incipiente sistema fiscal, entre otros efectos perniciosos. La ayuda exterior, alega, supone anualmente el 13% del PIB de África y hasta el 60% de sus presupuestos estatales, y aun así 700 millones de sus pobladores siguen atrapados en la necesidad extrema.

Aunque algunas de estas afirmaciones son asumibles, el estado del arte actual no distingue entre ayuda sí/ayuda no, -muy pocos cuestionan el doble imperativo moral y económico de la ayuda-, sino entre ayuda buena/ayuda mala, y hacia dónde y cómo dirigirla para conseguir los máximos retornos tanto para los contribuyentes de los países donantes como para los receptores de la misma.

En su diagnóstico, la autora-revelación realiza una presentación estadística confusa y selectiva que ha provocado la réplica fulminante de especialistas en desarrollo, poco sospechosos de conservadurismo, como es el caso de Jeffrey Sachs. Ni los índices de penuria, ni la evolución del PIB presentados concuerdan con fuentes oficiales. Adicionalmente, los 48 países de la región subsahariana han registrado trayectorias tan dispares que no se someten al simplismo de la generalización.

Nadie puede cerrar los ojos a los avances significativos registrados en áreas como la mortandad infantil, educación de adultos, escolarización primaria, potabilización de aguas, maternidad, combate de epidemias y un largo etcétera, que se autojustifican con las estadísticas en la mano. Y a la postre, la ayuda destinada al continente africano desde 1960 hasta la fecha arroja la cantidad de 35 dólares por persona y año. No parece una cifra tan desorbitada como para constituirla en el primer objetivo para superar la trampa de la indigencia .

Discrepando del diagnostico de Moyo, existe acuerdo, sin embargo, sobre buena parte de su corolario prescriptivo: la ayuda solo puede ser un fragmento, discriminante y transitorio, de la financiación del desarrollo. Esta afirmación resume los contenidos del Consenso de Monterrey (2002) y de la Declaración de Doha (2008). La ayuda no es la receta universal que proclaman algunos. Pero tampoco puede admitirse que esté en la raíz del desamparo de África, como sostiene Dambisa Moyo. Después de todo, ella misma accedió a Harvard con una ayuda de estudios que la ha lanzado a un estrellato controvertido y, para muchos, descorazonador.

domingo, 7 de junio de 2009

Cambio de Paradigma(07.06.09)

Cambio de Paradigma.

Manfred Nolte.

Las crisis son endémicas al capitalismo. Una afirmación tan obvia y tautológica como aquella del celebrado Groucho Marx que señalaba al matrimonio como a la causa fundamental del divorcio. El sistema de asignación de recursos con sujeción a las reglas y artimañas de la oferta y de la demanda promueve épocas doradas de expansión, a las que suceden otras de tribulaciones, recortes del producto, recesiones, y en ocasiones puntuales, como en los años 30 del siglo pasado, una gran depresión. La economía reviste una trayectoria sinusoidal y no lineal, y en eso imita el biorritmo de la naturaleza, aunque esta, como madre que es, actúe de modo mas pautado y comprensible.

Llueven guijarros, por lo que produce reparo augurar que en algún momento escampará, pero aún así, podríamos preguntarnos qué se adivina tras el ciego recodo del ciclo, qué restos del naufragio serán aprovechables para reanudar la faena productiva y cuáles anticipan cambios de alguna magnitud.

A primera vista no parecen intuirse nuevos paradigmas, como los que provocaron las revoluciones demográficas del XVIII y XIX, alumbrando el maquinismo y la revolución industrial y el posterior surgimiento del marxismo, fruto de la eclosión del proletariado urbano. O aquella genial revelación de John Maynard Keynes, abogando en plena carrera hacia la bancarrota por estimular el gasto global en lugar de invocar austeridad y ahorro, que parecía mas lógico y natural.

Cuesta mucho cambiar de paradigma, esa forma de pensar colectiva que otorga al grupo referencia y estabilidad. Al que empuña un martillo, le apetece estar entre clavos.

Se habla mucho de cambiar de modelo económico, pero eso son palabras mayores. En economía política solo se reconocen los modelos tradicionales de libremercado, de plan central y economía mixta. No parece que nadie esté planteando variaciones del menú, sino cambios de ciertas políticas productivas o sociales, o de pesos sectoriales o suavización o endurecimiento de estructuras. Pero siempre dentro del paradigma vigente: la economía de mercado. Mas de lo mismo, aunque, si es posible, de forma más eficaz.

Salvada la proposición mayor cabría aventurar algunos hitos de inflexión en el sistema de relaciones dominante. Citemos tres.

Por ejemplo el direccionamiento del Sector Publico en determinados sectores, como el financiero. Para cierto tamaño -demasiado grande para fallar- el Estado se ha erigido en el garante de su viabilidad. Ello, lejos de apuntalar el modelo lo debilita, ya que al agravio comparativo producido por unas ayudas de estado tradicionalmente proscritas, premiando al malo en detrimento del bueno, añade un mensaje asimétrico. La moneda está trucada: cara gano, cruz pierdes. Beneficios para el accionariado, pérdidas socializadas. Esta herida cerrada en falso, tras la terapia paliativa de una mayor regulación y supervisión, precisará en su caso de la cirugía de la nacionalización.

Menores dudas suscita la calidad del próximo ciclo productivo: será sostenible o no será nada. En la actualidad el mundo está sometido no a una única, sino a una serie encadenada de crisis. Energía, alimentos y clima son, junto a las finanzas, otras tantas palabras clave que presagian graves amenazas para las vidas y el sustento de millones de personas , desafiando la estabilidad de la economía global.

Aunque la gobernanza mundial ha desviado tímidamente el peso del exclusivo club del G8 hacia el mas inclusivo del G20, con todo, las relaciones Norte-Sur tenderán a desglobalizarse durante un plazo indeterminado de tiempo. No cabe olvidar que el boom del consumo occidental fue financiado con los superávits por cuenta corriente de los países medios y en desarrollo, ya que sus flujos netos de capital retornaban como reservas a los países de origen, alimentando la base monetaria de occidente. Pero el capital destinado a las economías emergentes se desplomará en 2009 y con el sus reservas y potencial de demanda. Por ello la salida de la crisis será necesariamente lenta.

Por el contrario, las relaciones Sur-Sur conocerán una época de prosperidad, lideradas por la actuación de China y otros países emergentes en el continente africano, tanto en inversiones directas, como en ayudas crediticias.

Las crisis seguirán sucediéndose. Saldremos del infierno de la actual, pero en algún momento el animal incontrolado que hiberna en el subconsciente del mercado, volverá a actuar sembrando estragos y dolor.

Sin nuevos paradigmas, gurús y gobernantes dispensan recetas a discreción. El ciclo se cobra su peaje impasible y recurrente, y John Lennon advierte que “la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes”. Uno de ellos pudiera gestar el modelo rotundo y definitivo.

domingo, 24 de mayo de 2009

Carroñeros de salón. (El Correo, 24.05.09)

Carroñeros de salón.

Manfred Nolte

Durante siglos, el noble oficio de la ingeniería acumuló crédito en los anales de la estética, al tiempo que promovía el progreso de la humanidad. Desde las pirámides de Egipto a los acueductos romanos o la primera escolta del hombre hasta la luna, los ingenieros aplicaron su talento al recreo de nuestros sentidos o al alivio del trajín diario por la subsistencia.

Como a otras profesiones, con el paso del tiempo, a esta le han surgido algunas formas infames de intrusismo. Falsificadores de cuello blanco y mirada oscura se instalaron en el territorio de las finanzas y comenzaron a minarlo utilizando el código de la “ingeniería financiera”. Eran banqueros de inversión manipulando ante la pasividad de los supervisores los frágiles mecanismos del mercado, hasta que saltaron por los aires y sus residuos radioactivos emponzoñaron el Planeta.

Pero el mutante hace triste honor a su condición y ha evolucionado hacia una nueva cepa de perversión ideológica: la “ingeniería legal”, una de cuyas manufacturas mas sofisticadas la constituyen los “fondos buitre”, “vulture funds” en su terminología original.

“Fondo buitre” es el nombre atribuido en medios sajones a aquellas sociedades que persiguen un beneficio derivado de la compra de deuda soberana fallida de un país del tercer mundo, con un fuerte descuento, tratando a continuación de recuperar el nominal más costas e intereses mediante la apelación a los tribunales. Se trata de compañías secretistas, generalmente domiciliadas en paraísos fiscales, cuyos últimos titulares, disfrazados tras un complejo entramado de sociedades interpuestas, resulta difícil de averiguar.

Uno de los casos más sonoros ha sido el de “DENEGAL International Ltd.”, registrado en las islas Virgin británicas, cuyo objeto social reside en la ejecución de deuda de Zambia. En 1979, Rumania otorgó un crédito de 15 millones de dólares a Zambia para compra de maquinaria agrícola. La deuda impagada por un valor acumulado de principal e intereses de 30 millones de dólares cotizaba en el mercado secundario a la décima parte de su precio.

Zambia es uno de los países mas pobres del planeta, se sitúa en el puesto 163 de 179 en el Índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, y el 64% de sus habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza con un ingreso diario inferior a un dólar. Pero en el momento de los hechos había sido beneficiaria de una modesta quita en su deuda exterior multilateral, lo que había mejorado tímidamente sus ratios internacionales y su endeble solvencia.

Aprovechando esta ultima circunstancia, “DENEGAL” adquirió la deuda en cuestión al precio de 3,3 millones de dólares. Acto seguido, la compañía demandó a Zambia ante los tribunales británicos por un monto de 55 millones de dólares: el valor del principal, intereses y costas. Lo deplorable del asunto es que, a través de un sinuoso proceso legal, la corte inglesa ha adjudicado a “DENEGAL” activos de Zambia en el Reino Unido por valor de 15,5 millones.

Lejos de tratarse de una anécdota aislada, la sentencia representa tan solo la punta del Iceberg. El propio Banco Mundial ha alertado de este ataque producido contra los países mas desasistidos aprovechando la mejoría de su capacidad de pago, derivada de los programas multilaterales de alivio de la deuda. A finales de 2007, al menos 11 de ellos eran objeto de 38 litigios. El total de la demanda se ha estimado en 2.000 millones de dólares cuando la deuda original era menos de un cuarto de la reclamada. Los principales bufetes de abogados de Londres y Nueva York asesoran a esta nueva saga de depredadores, a los que Gordon Brown ha calificado de “perversos e inmorales”.

Cuenta la leyenda que el maestro Nasreddin Hodja, invitado a cenar a Palacio por el Sultán Timur Lan, se deshacía en halagos a cada uno de los platos servidos. “No me ha gustado el pescado” señaló lacónicamente el Sultán. “Tenéis razón, Majestad”,corrigió Hodja de inmediato: “demasiado aliño, para ocultar quizá una pieza poco fresca”. El monarca, frunciendo el ceño le replicó: “Hodja es mi consejero justo y amante de la verdad , ¿cómo explica sus cambios de opinión? “Porque trabajo para mi Señor”, aclaró Hodja, “y no para el pescado”.

Los tribunales, como el sabio Hodja, no han sabido trabajar para la justicia con los mas desfavorecidos, ni siquiera para la justicia a secas. Trabajan para una legalidad sin alma, donde las víctimas, por estar demasiado fatigadas, esperan en silencio que el destino tercie para ser indultadas.

domingo, 10 de mayo de 2009

Canciones de Primavera. (El Correo, 10.05.09)

Canciones de primavera.

Manfred Nolte

Al caer el telón tras el mitin del G20 en el gran teatro de Londres, una ovación protocolaria selló los pactos alcanzados por los máximos dignatarios del Club para combatir la enfermedad pandémica del Planeta. Los paraísos fiscales se someterían a un progresivo cerco y vigilancia, los reguladores debían despertar de una vez promulgando normas, colocando bridas a un sector desbocado llamado a revivir tras un coma aparentemente reversible y las arcas del Fondo Monetario Internacional debían llenarse de dólares hasta sumar un billón, para su aplicación beligerante allí donde fuera oportuno.

En relación a este último punto, una vez sentadas las bases y firmados los protocolos, banqueros centrales y ministros de finanzas quedaban al cargo de los detalles. Se abría el camino para volcar fantásticas ayudas supletorias y acabar de extinguir el incendio mundial, evitando paralelamente la aparición de nuevos focos. Ese era el objetivo de las reuniones de Primavera del FMI.

Del 24 al 26 de abril pasado, la sede del Fondo, situada en el “downtown” de Washington ha abierto una vez mas la sala de asambleas, un ensueño de paneles de oro reflejados en una gigantesca pantalla digital, para acoger la primera de sus dos reuniones anuales estatutarias.

La euforia de Londres , cuatro semanas atrás, se ha desvanecido con la tensión percibida en los pasillos de la sede de la Institución multilateral. Los “pequeños detalles” han dado paso a la indefinición y al inmovilismo. Y a decir verdad, los titulares que han encabezado las crónicas de la reunión se han correspondido pobremente con la realidad de lo acontecido.

En teoría, además del colosal refuerzo de su capacidad financiera, bajo el legado del G20, el FMI se instalaría en un orden mundial reformado, otorgaría nuevo peso a poderes emergentes, ejercería de banquero global emitiendo su propia moneda inyectando liquidez a los mercados y rompiendo el monopolio de la FED o del BCE. De esta manera, Washington pasaría a ser la capital del poder financiero global , como Nueva York lo es de la diplomacia al albergar la sede de Naciones Unidas. Además, junto al Consejo de Estabilidad Financiera debe acometer la reforma del marco prudencial y regulatorio. Incluso se ha postulado que el próximo Director general, tradicionalmente un europeo, provenga de un país en desarrollo. En suma: una nueva versión FMI 2.0. Una institución rediviva, un cambio tectónico en el equilibrio financiero global.

Pero es sabido que una cosa es predicar y otra dar trigo, Las reuniones han concluido sin ningún acuerdo ejecutivo. El Comité Financiero, un órgano consultivo, ha apoyado la captación de hasta 250 millardos en el marco de los “Nuevos acuerdos de Prestamos”, un sistema a través del cual 26 países del Fondo conceden a este líneas de crédito a tipo de interés preferencial. Los pormenores de la ampliación del acuerdo vigente y sus condicionalidades son desconocidas. El Comité ha agradecido el préstamo de 100 millardos otorgado por Japón, el único compromiso firme que se incluye en el nuevo paquete a pesar de haberse firmado en Enero.

Obama precisa la autorización del Congreso para conceder los 100 millardos comprometidos. Gordon Brown aseguró que China estaba dispuesta a prestar 40 millardos , pero China habla de reformas de gobernanza. Algo similar sucede con Arabia Saudita y con Brasil. Quieren saber cual es la oferta del FMI. Los países emergentes que se hallan en liquidez no van a financiar al Fondo sin conocer antes qué pasará con su representación en los órganos decisorios del alto organismo. En Bombay el argumento es idéntico: “liquidez a cambio de voz”. Para Guido Mantenga, ministro de finanzas de Brasil “el FMI se ha arrepentido de la mayoría de sus pecados pasados, pero aun tiene que enfrentarse al pecado original: su déficit democrático.”

Mientras tanto, el sur silencia. En el año 2000, la Asamblea de Naciones Unidas acordaba los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ocho retos básicos para alcanzar en 2015, tales como la reducción a la mitad de la pobreza y el hambre, el empoderamiento de la mujer y la mejora de su condición maternal, el combate de las enfermedades endémicas, o la reducción sustancial de la mortalidad infantil .

Más allá del ecuador del plazo fijado, el balance no invita al optimismo: 1200 millones de personas pasan hambre en el mundo y desafían diariamente a la muerte con menos de un euro de presupuesto. La próxima reunión del G20 no llegará hasta finales de año.

domingo, 26 de abril de 2009

Preguntas tras el G20(El Correo 26.04.09)

Preguntas tras el G20.

Manfred Nolte

Paul Krugman, el Nóbel converso al periodismo de la mano del New York Times, ha divulgado un estudio de los profesores Philippon y Reshef en el que se narran tres épocas diferenciadas de la banca americana a lo largo del siglo pasado.

Los autores establecen equivalencias entre la primera y la tercera de dichas épocas. Antes de 1930, en la primera de las tres, algunos jerarcas de la industria edificaron gigantescos imperios financieros, que se diluyeron con la llegada de la Gran Depresión. La tercera, que arranca en torno a 1980 viene marcada por la supresión de las trabas y restricciones bancarias de la etapa anterior y el inicio de una innovación feroz que condujo a un rápido crecimiento del sector hasta representar un tercio de los beneficios empresariales totales. No será necesario recordar, cómo sucesivas mutaciones de intermediarios financieros bajo una pobre regulación y vigilancia llegan a producir el monstruo que ahora amenaza devorar la economía mundial.

Alternativamente, el sistema financiero que se extiende entre ambos periodos, el que emerge del hundimiento de Wall Street hasta la década de los 80, se caracteriza por su estricta regulación y por el conservadurismo de los banqueros, lo que no impide correlacionar esta época de “banca aburrida” con una espectacular bonanza económica en Estados Unidos. La industria y los servicios recuperan su peso y esplendor.

El G20, que lidera la salida de la recesión mundial, no ha dudado en reconocer en su última declaración que “importantes fracasos en el sector financiero y en su supervisión y regulación, han sido causas fundamentales de la crisis.”

A su vez, el Presidente de la FED, Ben Bernake, se ha referido a las ganancias derivadas de la innovación en estos años, sosteniendo que “no es pensable que hayan compensado los estragos provocados en términos de destrucción de riqueza, pérdida de hogares, e historias de descrédito”.

Habrá quienes sigan pensando que los beneficios de la innovación financiera han superado en el pasado y seguirán sobrepasando en el futuro, con creces, a los de la regulación.

Tal vez. Necesitaríamos diseccionar con paciencia infinita productos que nadie o pocos entienden por su falta de transparencia, que carecen de una valoración asequible y transitiva, que se instalan en la letra pequeña y en la restricción mental, y que –elocuentemente- casi nunca permanecen en poder de sus originadores. Así, hasta sumar 4 billones de dólares.

Sea como fuere, nos enfrentamos a un periodo de reformas de la regulación financiera que reclama respuesta, al menos, de tres preguntas : ¿qué eje de regulación abordar?, ¿con qué grado de severidad se administrará? y ¿cuál será su ámbito de aplicabilidad?

En primer lugar, la reforma deberá revestir un carácter anticíclico creando provisiones y dotando capital en periodos de auge y disponiendo de ellos en las fases de depresión para subsanar así el principal fracaso anotado en la experiencia actual. Algunos marcos reguladores implantados, notablemente Basilea II, han mostrado un marcado sesgo pro-cíclico.

Las segunda respuesta debiera asumir que no pueden imponerse restricciones tan onerosas como para prevenir el desarrollo de nuevos productos y servicios financieros en el futuro. Pero la innovación deberá estar, al igual que el resto de la economía, al servicio del consumidor y no de la codicia y la ambición de unos pocos.

De la respuesta a la tercera pregunta dependerá la fijación del sistema y la prevención de futuras crisis. Se refiere al principio de competencia: para que una regulación resulte efectiva, el ámbito del regulador y el del mercado deben ser coincidentes. Según se desprende de la Declaración de Londres, el FMI y el Consejo de Estabilidad Financiera, correrán con la responsabilidad del trazado de una nueva Gobernanza regulatoria. Pero ¿quedará ésta al arbitrio singular de los países o se creará una Institución supranacional con autoridad ejecutiva?

Las operaciones financieras tienen lugar, nominalmente, en cualquier mercado del mundo. A menos que las regulaciones se apliquen uniformemente a todos los mercados mayores del planeta, las transacciones esquivarán unos centros para situarse en otros.

El subconsciente del sistema, en una reacción titánica, se niega a cambiar de paradigma. No se vislumbra una nueva arquitectura financiera, sino a lo sumo una respuesta reforzada a la vieja. Los políticos creen que bastará con hacer mejor lo mismo y que quizás habrá que agregar algunos casilleros más en el organigrama de algunos centros de regulación, para darles apariencia democrática y de inclusión. Piensan que esto solo ha sido un aviso.

domingo, 12 de abril de 2009

Un billón con fronteras(El Correo 12.04.09)

Un billón con fronteras-

Manfred Nolte

A solo 10 días de la cumbre del G20 en Londres, superadas la euforia y la resaca de la fiesta, hay cosas que van quedando claras. Una de ellas, el confinamiento “sine die” del proyecto Bretton Woods II que atrajo durante unas semanas la máxima atención mundial, y su inmediato relevo por un nuevo paquete de ayudas, esta vez aparentemente cohesionadas y corporativas. Se consagran por su parte, aunque no insistiremos en ello, el refuerzo de la supervisión y regulación, el tímido cerco a los paraísos fiscales, y las llamadas a resistir la tentación del proteccionismo. Son puntos que, evidentemente, no podían faltar.

Desde la perspectiva de la comunicación, la cumbre lo ha hecho bien: el primer párrafo de la Declaración preludia con la cifra de 1,1 billones de dólares una nueva etapa en busca de la economía perdida. Pero tras los titulares, la lectura de los documentos oficiales provoca más preguntas que respuestas en áreas que están implorando otro alcance de índole cualitativa. Por ejemplo, los líderes políticos no han acordado medidas sustanciales para combatir la desigualdad y la falta de sostenibilidad del sistema o para transformar la gobernanza global como se sugirió en la convocatoria de Washington. Londres ha sido el foro de los privilegiados, reunidos para discutir su agenda, en su propio lenguaje, a puerta cerrada, sin un solo representante de los países más desasistidos.

El paquete de 1,1 billones se añade a los planes fiscales de occidente que suponen ya cinco billones de dólares, y resulta más que conveniente. Nada que oponer. Desgraciadamente acabamos de conocer que los activos tóxicos del sistema bancario podrían sumar cuatro billones. A través de la red global eso supone más crisis y más dolor para todos.

El protagonismo del Fondo Monetario Internacional como canalizador preferente de la operación puede haber invitado a la idea de que la mayoría de los fondos tiene un destino beligerante a favor de los países del Sur. No es así. De la totalidad del paquete, 50 millardos, esto es, menos del 5 por ciento se destinará a los 61 países más pobres del mundo. El comunicado no aclara como llega a esa cantidad. Adicionalmente seis millardos de dólares, en un plazo de tres años, procederán de la venta de oro del FMI. De la asignación de Derechos especiales de giro se obtendrán 19 millardos. El texto oficial refiere asimismo que los préstamos concesionales del FMI, se duplicarán de los 20 millardos actuales hasta 40. Esta línea se aplica cuando un país está abocado a la quiebra. No hay detalles de plazos y condicionalidad, elementos críticos para el éxito de las medidas. Frente a esta realidad, el Sur registra en 2009 vencimientos de deuda cercanos al billón de dólares, mientras claudican otros cauces de su financiación, anteriormente pujantes, como la inversión extranjera o las remesas de la emigración.

En consecuencia, el diagnóstico del paquete se resume en un importante esfuerzo financiero general, con la asignación de una cifra respetable para los países más pobres, probablemente mayor que la que se esperaba pero infinitamente menor que la que necesitan. Las facilidades revisten la forma de garantías y préstamos y no de donaciones o líneas concesionales. Los préstamos, es sabido, hay que devolverlos y pagar intereses por ellos.

El gran ganador de la cita londinense además del propio G20 ha sido el FMI, un organismo agonizante, que ha revivido con dosis masivas de fondos y por tanto de influencia. Y ello sin precisarse un ápice las imprescindibles reformas de su modo su gobierno. El gran perdedor es Naciones Unidas. Es el foro de todas las naciones, pero su referencia en el G20 ha sido hasta ahora marginal o inexistente.

Esta no es una crisis en el sistema, sino del sistema. Pero ya ha quedado patente que no se reinventará Bretton Woods. Tal vez haya modos alternativos a un modelo vigente sesgado y de retornos asimétricos. Hemos construido una economía que excluye a la mitad del planeta, cuando hasta el propio comunicado del G20 invoca el mantra de la crisis global que requiere una solución global.

El concepto distancia ha muerto y la globalización ya no es una abstracción filosófica sobre la que quepa discutir. La esencia de la globalización tiene que ser la cooperación reforzada. Y ello hasta por puro interés propio. La primera tarea del G20 y del mundo occidental debería ser traer a las economías periféricas y a sus gentes hasta el centro.

domingo, 29 de marzo de 2009

Otro G20(El Correo, 29.03.09)

Otro G20.

Manfred Nolte

Los diplomáticos mas refinados del planeta se reunirán el próximo día 2 de abril en Londres para seguir trazando la salida de la crisis. Una reunión meteórica que apenas servirá para revisar la redacción del comunicado oficial, de cuyo contenido no cabe esperar notables sorpresas. La prensa de estos días nos bombardea con información diversa sobre el evento y la Web oficial reseña sus principales hitos adelantando algunas conclusiones.

Es notorio que europeos y yanquis andan a la greña por uno o dos puntos adicionales de PIB dedicados al estimulo fiscal y por la oportunidad del Pacto de Estabilidad en una recesión del calibre de la actual. Como ha dicho Krugman “”vivimos tiempos muy especiales en que la virtud puede ser vicio y la prudencia locura”, aunque desgraciadamente no exista la máquina milagrosa para discernir entre esos extremos. Los chinos abogan por una nueva moneda de reserva que diversifique su temeraria exposición al dólar y quien más quien menos ve inevitable el continuar volcando fondos en el Sistema. Aquí entraría el FMI, con propuestas ambiciosas para multiplicar sus recursos, sin olvidar sus graves carencias de gobernanza. Con celeridad, claro está, hay que poner más orden en los estándares contables y reforzar el marco prudencial bancario y el de las agencias de calificación. Un recuento superficial censa casi una decena de instituciones de postín trabajando en este frente. Lo de un superregulador con competencias globales ya es harina de otro costal. Para salvar los sistemas financieros convulsos hay un esfuerzo común, aunque con matices en las fórmulas. En la cumbre convergerán diagnósticos, fijándose posiciones consensuadas.

Pero cuanto antecede descansa en un supuesto falaz: que en el debate están todos los que tienen que estar. Aunque aparentemente sumar resulte siempre loable, hay circunstancias críticas en las que el “quien” adquiere tanta relevancia como el “que” o el “como”. El encuentro de Londres suscita, en este sentido, un interrogante acerca de su representación y ,por tanto, de su legitimidad.

En efecto, ya la cumbre del 15 de Noviembre en Washington, clarificó la interpretación occidental de la cooperación. En aquella circunstancia, el G20 pisoteó literalmente el guión a Naciones Unidas apenas quince días antes de la celebración de la cumbre de Doha. El descomunal desaire convirtió a Doha 2008 en una reunión descafeinada e inadvertida. Pero fiel a la resolución 63/239 y a las previsiones de la propia “Declaración de Doha”, el Presidente de la Asamblea ya ha fijado fecha para la “Conferencia de alto nivel sobre la Crisis financiera y económica mundial y sus efectos sobre el desarrollo”.

El G20 debería ser sustituido por un “Consejo Económico Global”, según plantea el grupo de expertos de la Asamblea, constituido bajo la dirección del Nóbel Joseph Stiglitz. El “Consejo” sería un órgano de Naciones Unidas y fijaría la hoja de ruta de la reforma económica y financiera mundial. La propuesta se oficializará la próxima semana coincidiendo con la cita londinense.

La adscripción del debate a un marco democrático e inclusivo como Naciones Unidas presta legitimidad a un problema que afecta a la totalidad de pueblos y personas. El G20 ampliado supone un cierto avance en relación a otros clubs más excluyentes de la sigla G, ya que acumula el 85 por ciento del producto mundial, pero no deja de ser el espejo de los países ricos que siguen dominando la agenda, y una certera selección de emergentes. Es una lástima que los dos países invitados, España y Holanda, aumenten impasiblemente el peso del norte en el foro, en detrimento del sur. Falta de visión y una magnífica oportunidad perdida. En cualquier caso, el G20 no es una Institución Internacional y sus acuerdos no son vinculantes.

Entretanto los mas desfavorecidos siguen sin tener voz ni representación en la solución de una crisis que no han originado. Se trata del millardo maldito (“Bottom billion”), mil millones de personas que según un reciente informe del Banco Mundial pueden verse anegados por una ola de desolación, que aboque en estallidos sociales y políticos sin precedentes.

El Presidente Obama ha urgido a los líderes mundiales a “emprender una acción audaz, comprehensiva y coordinada”, poniendo su confianza en que la cumbre de Londres “galvanice la acción colectiva”. Pero la acción colectiva está sometida al interés nacional, como está siendo patente, porque los políticos diseñan sus acciones para complacer las voluntades domésticas y no para superar los desajustes de la economía global. En esa dinámica siempre pierde el más desvalido.