Juicio al Yuan.
Manfred Nolte
En 1957, el lanzamiento por parte de Rusia del primer satélite espacial – el ‘Spútnik’- conmovió a occidente. La percepción de que la Unión Soviética hubiera superado al gigante americano en la carrera tecnológica, forzó en este una reacción competitiva y sembró la semilla del ulterior proceso de entendimiento científico entre ambas naciones.
Con resonancias semejantes, China se ha erigido súbitamente en una superpotencia económica global, aunque siga conviviendo con gigantescas bolsas de injusticia y pobreza. Ocupa el segundo lugar en el ranking de exportación y de Producto mundial. Genera, con diferencia, el mayor superávit por cuenta corriente y lidera el nivel de reservas del planeta: 2,4 billones de dólares.
En este contexto, la intervención del yuan –o renminbi-, la moneda china, ha suscitado una violenta reacción en Estados Unidos que amenaza convertirse en una confrontación de calado entre Washington y Pekín.
130 congresistas USA tachan a China de ‘País manipulador’ urgiendo represalias compensadoras. Paul Krugman califica las políticas comercial y cambiaria del gigante asiático de “depredadoras” imputándolas “durante los dos próximos años una reducción del empleo estadounidense del orden de 1,4 millones de puestos de trabajo”.
Es notorio que China interviene diaria y masivamente su moneda, al cambio fijo de 6,83 yuanes por dólar estadounidense. Mediante esta conducta el gobierno comunista contiene los precios de los bienes y factores de producción domésticos a niveles imbatibles por la competencia internacional, subsidia sus exportaciones, penaliza sus importaciones y garantiza el superávit comercial y la consiguiente acumulación de reservas exteriores.
Con todo, el tema dista de estar listo para sentencia.
Para empezar, las críticas habituales se refieren al ‘tipo bilateral’ yuan/dólar cuando el verdadero valor de la divisa amarilla se esconde detrás del ‘tipo de cambio efectivo’, concepto que incluye de forma ponderada al resto de monedas. Mientras aquel ha permanecido invariable desde 2008, este último se ha apreciado en valores cercanos al 20% en dicho periodo.
Aunque resultaría necio negar la infravaloración del yuan, parece improbable la cuantía que se denuncia, del orden del 40% de su valor nominal.
Además el concepto de ‘manipulación’ es confuso: todos los gobiernos adoptan acciones que afectan directa o indirectamente al tipo de cambio. Déficits desaprensivos producen una divisa débil, al igual que lo condiciona una plataforma de tipos de interés bajos. Hasta la crisis griega Estados Unidos se ha beneficiado de un tipo de cambio dólar/euro deslizante. ¿Deberían los europeos haber acusado de ‘manipuladores’ a los americanos?
China actúa como todos los demás.
El proteccionismo USA es flagrante y en su reivindicación late un tufo farisaico. No puede olvidarse el papel que el superávit chino desempeña en la cobertura de su déficit y en su bajo coste de financiación. Adicionalmente, la competencia china ha deflactado los precios de las manufacturas y de los salarios americanos colaborando a la estabilidad de sus precios. Cabe añadir que un alto porcentaje de las exportaciones chinas a Estados Unidos se realiza por multinacionales de capital yanqui.
Este mix de incidencias apuesta nítidamente por huir de la confrontación, ante la que China proclama, llegado el caso, estar preparada.
Estados Unidos precisa de una política comercial multilateral equilibrada, no discriminatoria, en lugar de una confrontación bilateral con China. Son 90 los países con los que Estados Unidos registra déficit comercial. El comercio Chino-americano solo representa un 12 por ciento del total del gigante oriental. El problema neurálgico estadounidense es su tasa de ahorro, no China. America necesita reducir su déficit global e incrementar su tasa de ahorro.
Muy probablemente los responsables comunistas acometerán en breve plazo un doble proceso revaluatorio: un primer ajuste es simplemente ‘nominal’ fijando un tipo central, hipotético, de 6,25 yuanes por dólar.
Adicionalmente debería abordarse una formidable revaluacion ‘real’ en términos de paridad adquisitiva, si el gobierno multiplica tanto el consumo publico como las transferencias y subsidios a las economías domesticas.
Aunque ambas medidas son económicamente diferenciadas persigue resultados finales equivalentes.
Haciéndolo podrán encarar sus retos mas candentes: reducir las desigualdades sociales y elevar el nivel de vida de millones de ciudadanos, cursando de una economía orientada obsesivamente a la exportación, de reservas astronómicas e hipertasas de ahorro hacia un estimulo generalizado del consumo interior.
A nivel planetario los desequilibrios de pagos solo pueden rehacerse incrementando la demanda interna en los países superavitarios y reduciéndola en los deficitarios, con una ajuste simultaneo de los tipos de cambio. Ambos frentes son complementarios y no sustitutivos.
China colaborará previsiblemente en el nuevo equilibrio mundial, pero no porque lo dicte el Congreso americano, sino porque revertirá en interés propio y se abordará de una forma gradual y negociada.
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