Contenido





domingo, 4 de julio de 2010

Toronto 2010: Pactando el desacuerdo. (El Correo 04.07.10)

Toronto 2010: Pactando el desacuerdo
Manfred Nolte

El pasado Domingo concluía en Toronto la cuarta reunión de los jefes de gobierno del G20 desde el inicio de la Crisis económica global.

Nueve meses antes, en Pittsburgh, los líderes mundiales acariciaban la idea de que lo peor de la recesión quizás quedase atrás y que el mundo avanzaba por la senda de la recuperación. Atribuyendo dicho resultado a la acción concertada y vigorosa de todos sus miembros no dudaron en definir al G20 como ‘el primer foro de la cooperación económica internacional’.

Sin embargo, antes de que la regeneración económica pudiera hacerse realidad, los mercados ha sufrido un nuevo y grave contratiempo en forma de crisis fiscal traducida en un vehemente rechazo a determinados activos soberanos, en particular de la periferia europea, cimentado, a su vez, en los altísimos déficits fiscales incurridos por sus emisores.

Esta dislocante disyuntiva ha conducido al Club de los 20 a un serio contratiempo, si no a un fracaso relativo.

A la sólida unanimidad de las posturas exhibidas en las tres reuniones anteriores, Toronto ha contrapuesto el resquebrajamiento del consenso internacional y una declaración llena de grietas. Canadá y Europa han mostrado su rostro mas impávido al postular, sin concesiones, la primacía de la consolidación fiscal, frente a la tesis de Obama, Brasil y otros emergentes que insistían en prorrogar las políticas de ayudas para asegurar el despegue aun incipiente y reversible de la actividad económica mundial.

Para redactar el Comunicado oficial de la cumbre, sus miembros han practicado un sutil ejercicio de funambulismo deslizándose por la tensa cuerda que conecta las posiciones antagónicas citadas. Finalmente, como término de equilibrio, las economías avanzadas promoverán “planes de consolidación fiscal favorables al crecimiento” comprometiéndose a “reducir a la mitad sus déficits fiscales para 2013 y estabilizar o reducir las ratios de deuda publica a PIB para 2016”. Pero puntualizando que “las medidas se implementarán a nivel nacional, ajustadas a las circunstancias individuales de los países”. Frases impecables firmadas con pulso de cirujano.

En realidad, los políticos se han limitado a ser mensajeros de una antigua rivalidad académica entre “austeros” (‘austerians’) y “estimulantes”. El primero reproduce un concepto recuperado de la reserva de la escuela austriaca(Friedrich Hayek y Ludwig Von Mises) y se refiere al recorte drástico de los déficits en tiempos de recesión, ejemplificado en las políticas liquidacionistas americanas puestas en practica por Hoover en 1929-30.

Krugman es un notable representante de la casta académica que postula imperiosamente la acción contraria: continuar con las acciones de estímulo, en especial las de corte fiscal. Mundel y Fleming modelizaron la relación demostrando que una contracción fiscal de un área de moneda flotante es perjudicial para el crecimiento del resto del mundo.

Está claro que el debate entre creación de empleo y consolidación fiscal es estéril y falso. La única divergencia estriba en el momento y la gradualidad de las acciones, en la secuencia de pulsado entre acelerador y freno dell vehiculo económico global. ¿Por qué, entonces, el desencuentro político y la fragmentación intelectual de la cumbre?

Hechos objetivos e ideologías se entreveran en la determinación de las decisiones. Como ha precisado Raghuram Rajan en su reciente publicación ‘Fault Lines’, los grandes acuerdos no pueden contraerse al margen de la ‘lucha de sistemas’. Las diferencias ideológicas previenen los consensos económicos
En los 80 y los 90 se cotizaban los mercados libérrimos. El Comunismo desaparece, China e India abrazaban el capitalismo y occidente exalta el Consenso de Washington. Luego aparecen las primeras hendiduras del edificio con las crisis mejicana y asiática. En 2008,tras la orgía financiera, la evidencia activa la decisiva intervención estatal.
Aunque la Declaración del G20 salva la paz, Toronto 2010 marca el inicio de un giro ideológico, y la moda política retorna firmemente desde la actuación beligerante del estado hacia el patrocinio soberano de los mercados.

Por si alguien albergaba alguna duda, un impuesto coordinado y global a la gran Banca ha quedado aplazado sine die, Trichet acaba de reducir de 12 a 3 meses el plazo de inyección de liquidez a los bancos de la eurozona y el BIS proclama que ha llegado la hora de eliminar las “distorsiones” provocadas por “instrumentos de políticas monetarias no convencionales”.

Una política agresiva de austeridad constituye el santo grial del último G20. Atrás queda no solo el pomposo marco para un crecimiento fuerte y sostenido sino el visto bueno a unas acciones publicas que ahora se tildan de ineficientes o cuando menos de desmesuradas. Lo que sea sonará, pero sería imperdonable que se dispare nuevamente la sirena del accidente multitudinario y sistémico, medido en clave de depresión económica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si No Tal vez