¿Acoso o huida?
Manfred Nolte
El repudio sufrido por la deuda pública española en los mercados internacionales, medido por el margen de interés respecto del ‘bund’ alemán y por el coste de los seguros de impago, ha acrecentado el temor a un rescate comunitario de proporciones y consecuencias imprevisibles. La mayor caída diaria, desde la introducción del euro, en el precio de los bonos a diez años se producía a principios de semana, disparando su prima de riesgo a máximos históricos, alcanzando los 311 puntos básicos, por 360 los seguros de impago.
En tales circunstancias la tozuda versión oficial alude a un ataque especulativo sobre nuestra economía, inmerecido en todo caso –nosotros no somos Grecia ni Irlanda- , recordando la consistencia de nuestros ‘fundamentales’ y el tonelaje subyacente a nuestro tejido productivo, el correspondiente a la décima potencia industrial del planeta , el buen ritmo desarrollado por el programa de austeridad en marcha, la incipiente recuperación de los ingresos fiscales, la presión ejercida sobre el subsector de cajas para su consolidación definitiva y las acciones en curso para la reforma laboral, de las pensiones y otras.
La magnitud del incendio aumentó con el anuncio de la llamada ‘opción Abu Dabi’ –que finalmente se hará ‘caso por caso’- y que implicará a los inversores privados en el eventual rescate de las economías del área euro a partir de 2013 y con las inesperadas declaraciones del Comisario Almunia primero y de la Comisión Europea después ,augurando esta última el fracaso en la reducción del agujero presupuestario español al 6% en 2011.
Pero el desconcierto reinante debe reconducirse a realidades llanas. Los héroes de nuestro estamento político luchan contra fantasmas, improvisando discursos tan vagos como inútiles. La tesis de la conspiración especulativa, como tratamos de mostrar, se sostiene con dificultad.
Repasemos hechos objetivos.
Primero: si bien es cierto que España aprueba el examen de la deuda total en porcentaje del PIB, superando incluso a Alemania, y su déficit no resulta descabellado, encabeza las listas de paro de la UE. Adicionalmente necesita refinanciar, solamente en 2011, 252.000 millones de deuda exterior -134.000 el Tesoro, y el resto entre la Banca española y las empresas del Ibex- mas el monto del déficit del ejercicio.
Segundo:¿Cuáles son las pérdidas de Bancos y Cajas derivadas del estallido de la burbuja inmobiliaria? El conjunto de crédito a promotores, constructoras y compradores roza el billón de euros, cifra similar a la del PIB español. Fuentes solventes apuntan a una posición dudosa del orden de 180.000 millones de euros, nueve veces el beneficio estimado para 2010 del conjunto de entidades financieras. No menos del 25% de dicha cifra se reputa irrecuperable lo que remite a 46.000 millones en capital adicional para afrontar las pérdidas del sector.
Tercero: España ha ido acumulando un déficit de competitividad cuyo origen se encuentra en un aumento diferencial de precios y costes respecto de nuestros socios de la UE y que en ausencia de ajustes en el tipo de cambio nominal –quemamos las naves al adoptar el euro- supone una sobrevaloración de nuestro tipo de cambio real. Ello lastra seriamente nuestra capacidad de crecimiento.
Todo ello habilita comprensiblemente un escenario de desconfianza. Los inversores dudan de la solvencia de España y en consecuencia optan por no adquirir su deuda soberana. Paralelamente, anteriores compradores deciden venderla antes de que sea demasiado tarde o protegerse comprando cobertura.
Hasta aquí resulta incuestionable que los mercados no atacan a la deuda española ni a su economía. Antes bien huyen de ella por causas tan objetivas como evidentes. Tampoco se advierte especulación alguna, sino la legitima protección de los intereses propios.
Otra cosa es que, desde aguas cenagosas, surjan invariablemente las ratas de cloaca –honorables firmas financieras de reputación internacional-adoptando posiciones cortas sobre el país, comprando cobertura sin subyacente de la deuda soberana y vendiendo futuros de esos mismos bonos, en una apuesta –no sin alto riesgo- por un beneficio fugaz.
Es aquí donde el BCE debe actuar de cortafuegos –como parece será el caso- adoptando drásticas medidas contraespeculativas. Acciones ‘menos convencionales’ –como la monetización de la deuda- unidas al refuerzo de las líneas de liquidez, ya utilizadas por la FED de forma generalizada y que Trichet debe emular. De esta manera se reforzará el euro, se relajarán los tipos de los bonos, y finalmente se estabilizarán los mercados. Un tímido debut hacia la futura gobernanza europea.
Pero ello no debe volvernos ciegos para con nuestros gravísimos problemas, cuya resolución pasa lamentablemente por una devaluación interna del país, un ajuste presupuestario flanqueado de importantes reformas económicas, que deberán ejecutarse atendiendo a estrictos principios de justicia y de solidaridad.
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