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sábado, 2 de enero de 2010

Avatar pobre. (El Correo 02.01.10)

Avatar pobre.
Manfred Nolte

“Avatar”, el último filme de James Cameron gira en torno a una idea emotiva y ocurrente. La posibilidad de que la mente humana se transfiera a un cuerpo clónico de otra especie intergaláctica, la “Na’Vi” de Pandora, la quinta luna del planeta Polifemo, posibilitando así la asimilación de su cultura.

“Avatar” es un canto de tenues raíces panteístas que despierta en el espectador la solidaridad con la naturaleza y sus moradores de tez azulada, cuando estos son asediados por una infame organización terrícola para apoderarse del mayor yacimiento conocido de “unobtanium”, un superconductor de elevadísimo precio, ubicado en el epicentro social del territorio “Na’Vi”. Jake, un ex marine minusválido, asumirá la misión de espionaje. A partir de ahí cada secuencia es un reto y todo resulta imprevisible.

Un excelente ejercicio de sensibilización consistiría en que nosotros, los habitantes del occidente opulento y desarrollado, por mucho que nos hallemos transitoriamente sometidos a las represalias de una crisis sistémica y conceptual, nos acopláramos en las sofisticadas máquinas mutantes diseñadas por el cineasta canadiense, transportando nuestras mentes a la estructura corpórea de un “Avatar”, viajando a cualquier núcleo de indigencia en el hemisferio sur.

La gran traba para vencer la pobreza mundial, reside no tanto en la solidaridad insuficiente del Norte, dicho sea en su descargo, sino en una razón previa: la inexistencia de una percepción diáfana y sentida de lo que ocurre en otras latitudes y lugares. No sabemos ni conocemos con el saber y conocimiento iluminado de la evidencia, algo que nuestro “Avatar ” alcanzaría con absoluta obviedad.

El Banco Mundial establece un umbral de ingresos de 1,25 dólares/día como indicador de la extrema necesidad que afectaba a 1400 millones de personas en 2005. Si la línea se traza en dos dólares/día la cifra aumenta hasta los 2000 millones. Tres mil millones, la mitad del planeta, sobrevivirían con menos de 2,5 dólares/día, 912 dólares al año. Estas son las referencias dinerarias de la pobreza abismal.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en su formulación inicial persiguen reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de seres humanos que viven en la miseria total. El organismo internacional señala que la tasa de 1,25 dólares/día disminuyó del 52% de la población de los países en desarrollo en 1981 al 25% en 2005, recogiéndose el mayor éxito en Asia Oriental, desde el 78% al 17%, a cambio de ninguna reducción en el África subsahariana. Otras fuentes apuntan a resultados mas desalentadores. Naciones Unidas ha adelantado que la crisis de 2009 arrojará a cincuenta millones de personas adicionales al foso de la desolación.

Nuestro “Avatar” experimentaría sobre el terreno que la pobreza es hambre, contraer la malaria sin posibilidad de acudir a un médico, o convivir con el SIDA sin medios para su tratamiento, o extinguirse lentamente por una hemorragia en la sala de espera de un hospital antes de dar a luz. Asumir que nunca se aprenderá a leer y escribir, carecer de un puesto de trabajo, sentir miedo librando cada día la batalla por la supervivencia. Presenciar la muerte de un niño por beber agua contaminada, la única disponible, padecer catástrofes ecológicas, guerras y corrupción, desesperación e impotencia.

Mas allá de ese escenario caótico se alza un umbral supletorio de dignidad, tantas veces reclamado por Amartya Sen, para quien el bienestar mínimo se edifica sobre un “índice de capacidades básicas” con el que las personas puedan desarrollarse en sociedad. La miseria brota cuando faltan esas “capacidades básicas” y los individuos carecen además de los recursos materiales elementales, de unos derechos primordiales que ejercer o libertades mínimas que practicar. Visto de esta manera la pobreza es un fenómeno multidimensional mucho más complejo cuya superación nos aleja de remedios automáticos.

“Avatar” nos revelaría que la penuria tiránica de la que es testigo, es una situación de la que los afectados intentan huir desesperadamente y que ello representa una llamada a la acción para ambos, occidente y el sur. Pero ninguna maniobra es posible sin el requisito previo de la sensibilización. Cuando la mente de Jake regrese a la lanzadera, hallaremos un humano transformado dispuesto a luchar por lo mejor.

Afortunadamente la sociedad civil ha producido ya centenares de miles de “Avatares” identificados con la sórdida realidad de los más débiles.

Buscando formas para devolverles la esperanza y así evocar al poeta bengalí Kazi Nazrul: “¡Pobreza! me has acariciado con tus espinas. A ti te debo mis ojos desnudos para verlo todo. Tu azote ha convertido mi violín en instrumento de victoria”.

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