Contenido





domingo, 31 de enero de 2010

'Davos Man'. (El Correo 31.01.10)

“Davos Man”
Manfred Nolte

La asamblea del “Foro Económico Mundial” transforma cada año la apacible estación de esquí alpina de Davos-Klosters en una feria cosmopolita guarnecida por una armada de efectivos policiales que dan escolta a la flor y crema de la plutocracia del planeta.

Los participantes proceden en su mitad del mundo empresarial, representado por sus máximos ejecutivos –uno por Compañía- de la industria, el consumo o las finanzas. Junto a ellos jefes de gobierno, ministros, lideres de las ONGs y del ámbito sindical, superiores de comunidades de fe, iconos culturales y del deporte, académicos, afamados directivos de “Think Tanks”, premios Nóbel, editores , estrellas del rock, columnistas de caché .

Davos responde a una opulencia estructurada, aunque no solo de billonarios. Hasta aquellos que comparecen en nombre de la sociedad civil, de la Universidad o de las artes tienen que poseer influencia y prestigio, un pedigrí de excepción. Todos son brillantes, dinámicos y creativos. También son afortunados y son conscientes de ello. Solo el dinero no es la clave de su felicidad pero coinciden con Woody Allen en que “el dinero siempre es mejor que la pobreza aunque solo sea por razones financieras”. Cada participante está allí por su habilidad para influir en las vidas de millones de personas .

El tema propuesto por Schwab para la convención de 2010 es: “Mejorar el estado del mundo: repensar, rediseñar, reconstruir”. En una cosa ha acertado. No es que el sistema deba reiniciarse: tenemos un sistema obsoleto que precisa ser rediseñado.

Todo eso suena bien y las conclusiones teóricas que se tracen tendrán elementos aprovechables. Davos ha contribuido históricamente a hitos memorables, como la Declaración de 1988 entre Grecia y Turquía evitando un conflicto bélico eminente o el acuerdo sobre Gaza y Jericó de 1995 firmado entre Simon Peres y Yasir Arafat.

Pero ese es el Davos puntual y periférico, del testimonio gráfico o del informe de relumbrón.

“Davos Man”, el “Hombre-Davos”, es otra cosa. Un concepto acuñado por el politólogo Samuel Huntington que describe al ciudadano global, una estirpe con “escasa necesidad de lealtad nacional”, un grupo que “ve complacido la desaparición de las fronteras nacionales y considera a los gobiernos nacionales como vestigios del pasado”. Una idea ingeniosa, una especie de comunismo capitalista, sustituyendo el slogan marxista de “el trabajador carece de patria” por el de “el capitalista transnacional carece de patria”.

Lo esencial de “Davos Man” es preservar su propia identidad. A sus 40 años, “Davos Man” no padece la crisis de la edad intermedia. De hecho carece de edad. En cada convocatoria se está o no se está. Los banqueros de inversiones USA no asistirán a la cita de este año. No les toca estar en el club.

Los Hombres-Davos son poco mas del millar entre los casi siete mil millones de pobladores de la Tierra. En el “Resort” alpino manifiestan, sin hacer uso de la palabra, como se obtiene el éxito y como se acumulan la influencia y el poder. Se establecen, a través de un sonriente consenso, las pautas universales de los defectos tolerables o inaceptables de quienes están en la cima. De forma natural se ratifica una meritocracia derivada de la ética weberiana, donde el poder es visto como algo que proviene paritariamente del destino y de la lucha aguerrida por la propiedad de los bienes del planeta.

Pero el enorme influjo de Davos y sus estrellas se desvanece con el cataclismo de la gran recesión de 2009. Como resultado de la globalización, las reglas existentes benefician mas a aquellas naciones y personas que ostentan el mando económico. Si reconocemos este poder de los poderosos, entonces debemos atribuirles una responsabilidad mas que proporcional en la naturaleza de la sociedad que construyen y en las reglas que establecen para su gobernanza. Según Naciones Unidas en el mundo de hoy existe menos igualdad que hace diez años a pesar de los sustanciales progresos económicos registrados en la mayoría de regiones . Y en Occidente, han sido el estado-nación y el contribuyente de a pie quienes han salvado a bancos y empresas lideradas por “Davos Men” de la destrucción total.

Davos es mas y menos de lo que debería ser: menos cuando deja sin resolver los graves conflictos de la agenda global, y mas cuando se convierte en un frívolo bazar de vanidades, que solo busca airear el narcisismo de su diferencia.

Al contemplar la desnudez actual de la “especie-Davos”, recordamos con Abraham Lincoln que “todos podemos soportar en alguna medida la adversidad, pero para poner a prueba el autentico carácter de un hombre basta con conferirle poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si No Tal vez