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domingo, 14 de febrero de 2010

Crisis económica y Universidad eficiente. (El Correo 14.02.10)

Crisis económica y Universidad eficiente.
Manfred Nolte

La economía española vive tiempos convulsos. Se la adscribe al club de los ‘PIGS’, que, como es bien sabido, identifica al sacrificado gremio de proveedores del jabugo. Alternativamente integra el equipo de los seis ‘STUPID’ (Spain, Turkey, UK, Portugal, Italy, Dubai). Para Nouriel Roubini, España constituye ‘la amenaza’. ‘Padece cáncer’ según Xavier Sala-I-Marti. Trichet, Blanchard y Strauss Kahn aluden a sus ‘graves problemas’.

En esta mezcla de acoso, descalificación y denuncia, el núcleo argumental se dirige al elevadísimo nivel del déficit público contraído y al peligro inherente de un impago soberano que ,de rechazo, provocaría un contagio en la eurozona de alcance y consecuencias imprevisibles. A diferencia de Grecia, Irlanda y Portugal, la economía española es demasiado grande en términos absolutos para pasar inadvertida, y su enfermedad irrita a los socios centroeuropeos que durante años la han colmado de fondos estructurales .

El diagnóstico establecido por Krugman es el más verosímil y el más lacerante. No es el descuadre presupuestario -voluminoso pero rehabilitador-el que ha desatado la crítica colectiva sino la desconfianza generalizada en que nuestro sistema productivo sea capaz de absorberlo en un plazo razonable. España sufre las consecuencias de un ‘choque asimétrico’ al pertenecer a una unión monetaria sin integración de los mercados fiscales y laborales arrastrando un sostenido déficit de competitividad del que es difícil evadirse.

La adopción del euro en enero de 1999 repercutió en un saneamiento sin precedentes de la economía española, al rebajarse históricamente los costes de la deuda, los tipos de corto dictados por el Banco Central y la tasa de inflación. Todo ello acompañado de un indisimulado alborozo.

Pero salvada la euforia inicial, y sin el salvavidas de las devaluaciones competitivas, la economía ha mantenido en la última década una pauta uniforme de pérdida de competitividad que es la raíz de sus actuales padecimientos. España encabeza el ‘índice de miseria’ de Moody’s. Los informes de la Fundación Heritage, del Banco Mundial o del Foro de Davos abundan en la descripción de una economía que pierde gradualmente escalones de competitividad en relación a Europa y al mundo, de la mano de un mercado de factores de producción escasamente flexible y un sector público poco eficiente y muy caro.

Occidente está saliendo de la recesión a fuerza de oleadas de intervencionismo estatal. Ha sido bueno y necesario. Pero la impagable contribución del Estado convive con notables ineficiencias en la asignación de sus fondos, que es necesario vencer. Tanto más cuanto que, en una coyuntura deprimida, el fisco poco podrá incrementar la recaudación y deberá exprimir al máximo sus recursos de gasto.

Tirando de este hilo, podemos aventurar algunas conclusiones para nuestro entorno educativo cercano.

Me refiero a un cambio urgente en el paradigma del Sistema Educativo Superior, potencial catapulta, a medio plazo, de conocimiento, I+D, y en definitiva de valor añadido en la cadena productiva.

En el nuevo marco de Bolonia, del ‘Espacio Europeo de Educación Superior’, el caso español arroja resultados sorprendentes. En poco mas de una década, los presupuestos de la Universidad Pública se han más que duplicado. Sin embargo la primera universidad española aparece en los ranking mundiales en el puesto 186.

En la Comunidad Autónoma del País Vasco, se da la notable circunstancia de que el coste por alumno a tiempo completo en la Universidad pública duplica al de las Universidades privadas de iniciativa Social. Lamentablemente, este esfuerzo presupuestario, siempre sufragado con los impuestos del contribuyente, no se ha traducido en resultados de mejora de la calidad, si atendemos al desenlace de la convocatoria de ‘Campus de Excelencia Internacional’, donde únicamente la Universidad de Deusto ha logrado superar la cota de la ‘mención’.

No parece razonable que sucesivos gobiernos autonómicos aireen solemnemente la existencia de un ‘Sistema Universitario Vasco’ –algo que suena a homogéneo y transitivo- y solo dispensen a las privadas, y más eficientes, las migajas que se deslizan de la mesa pública.

La financiación de nuestras Universidades precisa de una profunda reforma sustentada en primar la eficiencia sobre otros cánones de universalidad o fijación de precios políticos, que, por otra parte, tienen una perfecta traslación a la universidad privada .

En general, la actuación pública en materias básicas no solo no puede estar reñida con la eficacia, sino que debe alentarla y exhibirla como enseña de actuación. Después de todo, cuando se subsidia excluyentemente un determinado tipo de producción se crean incentivos para la ineficiencia, al erigir un monopolio al abrigo de la competitividad.

Y lo que hace falta de forma urgente es sentar las bases para iniciar una nueva senda de competitividad sostenida.

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