Contenido





domingo, 23 de mayo de 2010

Multilateralismo inclusivo (El Correo 23.05.10)

Multilateralismo inclusivo.

Manfred Nolte

El paleontólogo y naturalista francés Teilhard de Chardin dejó escrito que la evolución –a través de un inextricable proceso, que él tituló de ‘centro-complejidad’, conduce invariablemente a formas sociales mas agregadas, dotadas de mayor conciencia y, en consecuencia, capaces de adaptarse y actuar de forma más eficaz. Categorías originariamente antagónicas se fusionan en compactos con vocación de convivencia. Realidades excluyentes convergen en proyectos de multipolaridad.

Esta teoría suscita algún comentario en el plano geopolítico e institucional.

El moderno G20, alumbrado en la cumbre de Washington en noviembre de 2008 y consolidado en Londres y Pittsburgh en 2009, es un exponente de este tipo de convergencia.

Se trata de una reacción espontánea al pánico desatado con la quiebra de Lehman Brothers, abjurando del mecanismo autorregulador del mercado, cercenando su ‘mano invisible’ y sustituyéndola por una masiva y generalizada intervención estatal. La escala del seísmo económico se reveló de tal envergadura que el G8 debió aceptar la evidencia de su incapacidad, no solo técnica sino incluso emocional, para abordar en solitario y de forma unilateral el diagnóstico y compostura del siniestro planetario. En este sentido, la crisis produce un salto espectacular e irreversible en el concepto de multilateralidad.

Un ejemplo mas notorio, si cabe, se halla en el reciente y billonario Plan de rescate europeo que incorpora, si se resuelven las discrepancias de su diseño inicial, otro potentísimo ingrediente de multilateralidad. Tan es así que, de forma inadvertida, alberga los ingredientes del futuro ‘Tesoro’ y probablemente de los ‘Estados Unidos de Europa’. En la medida en que un determinado riesgo nacional es provisionado con fondos comunitarios, consagra la primacía de los intereses de la eurozona sobre los de cada socio integrante. La monetización adicional de deuda soberana por el Banco Central Europeo supone ni más ni menos que la socialización de las pérdidas potenciales del área euro.

El modelo se acerca asintóticamente, esto es, con la inexcusable y paciente contribución del factor tiempo, al de un Estado federal que apoya a uno o varios de sus estados integrantes en dificultades. De la unión monetaria a la económica y fiscal por el imperativo de la evidencia. No en vano, en los prolegómenos de la cumbre de Maastricht, el Canciller Kohl había señalado que un euro sin Unión política era “un castillo en el aire”.

Ello no evitará en el corto plazo ni la reestructuración de la deuda de estos últimos países ni el penosísimo desierto de deflación de precios y salarios que ineludiblemente deberán atravesar para recuperar la competitividad dilapidada. Pero ese es otro tema de discusión.

De las acciones acometidas pasamos ahora a las omisiones flagrantes.

Me refiero, sobre todo, a la mínima convergencia institucional registrada a la fecha entre las representaciones del hemisferio norte y las de los países pobres del sur.

Asia ha aumentado su participación en el PIB mundial del 7% en 1980 al 21% en 2008. En 2009 China superó a Alemania y se convirtió en el mayor exportador del planeta. Este cambio no afecta únicamente a China o India. La cuota del PIB global que corresponde a los países en desarrollo ha aumentado del 34% en 1980 al 44% en 2010. Latinoamérica supera la crisis y los países en transición tiran, desacoplados, del crecimiento mundial, ayudando decisivamente a su reequilibrio.

Todo lo anterior revela el creciente grado de influencia de este grupo de países, que no queda traducido en su representación Institucional. En especial, en las multilaterales -Banco Mundial, FMI, u OMC,- la voz del Sur es un mero susurro inaudible.

La mayor legitimidad que ostenta Naciones Unidas como espejo de los rostros de los países mas desfavorecidos, tampoco se ve correspondida en voz y representación, debido a la inoperancia de una Asamblea General, inclusiva y democrática, sí, pero de carácter meramente deliberante.

Dar voz a estos países no es cuestión de caridad o solidaridad sino de mero interés propio para Occidente: Ellos representan la demanda de capitales, bienes y servicios del futuro. En 2030, de aquí a 20 años, la economía asiática superará a la del G7. Su PIB rebasará al de Estados Unidos y Europa combinados. Ya en 2025 Brasil será la cuarta economía mundial.

Con los países en transición al alza, una economía globalizada requiere su acogida rotunda en los foros multilaterales. Serán finalmente estas organizaciones internacionales inclusivas las que jugarán un papel crucial en la solución de los grandes desafíos pendientes: la crisis financiera, pero también la climática y de materias primas; la migración, la resolución de los conflictos bélicos, las lacras endémicas: el hambre, la ignorancia, la enfermedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si No Tal vez