Carroñeros de salón.
Manfred Nolte
Durante siglos, el noble oficio de la ingeniería acumuló crédito en los anales de la estética, al tiempo que promovía el progreso de la humanidad. Desde las pirámides de Egipto a los acueductos romanos o la primera escolta del hombre hasta la luna, los ingenieros aplicaron su talento al recreo de nuestros sentidos o al alivio del trajín diario por la subsistencia.
Como a otras profesiones, con el paso del tiempo, a esta le han surgido algunas formas infames de intrusismo. Falsificadores de cuello blanco y mirada oscura se instalaron en el territorio de las finanzas y comenzaron a minarlo utilizando el código de la “ingeniería financiera”. Eran banqueros de inversión manipulando ante la pasividad de los supervisores los frágiles mecanismos del mercado, hasta que saltaron por los aires y sus residuos radioactivos emponzoñaron el Planeta.
Pero el mutante hace triste honor a su condición y ha evolucionado hacia una nueva cepa de perversión ideológica: la “ingeniería legal”, una de cuyas manufacturas mas sofisticadas la constituyen los “fondos buitre”, “vulture funds” en su terminología original.
“Fondo buitre” es el nombre atribuido en medios sajones a aquellas sociedades que persiguen un beneficio derivado de la compra de deuda soberana fallida de un país del tercer mundo, con un fuerte descuento, tratando a continuación de recuperar el nominal más costas e intereses mediante la apelación a los tribunales. Se trata de compañías secretistas, generalmente domiciliadas en paraísos fiscales, cuyos últimos titulares, disfrazados tras un complejo entramado de sociedades interpuestas, resulta difícil de averiguar.
Uno de los casos más sonoros ha sido el de “DENEGAL International Ltd.”, registrado en las islas Virgin británicas, cuyo objeto social reside en la ejecución de deuda de Zambia. En 1979, Rumania otorgó un crédito de 15 millones de dólares a Zambia para compra de maquinaria agrícola. La deuda impagada por un valor acumulado de principal e intereses de 30 millones de dólares cotizaba en el mercado secundario a la décima parte de su precio.
Zambia es uno de los países mas pobres del planeta, se sitúa en el puesto 163 de 179 en el Índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, y el 64% de sus habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza con un ingreso diario inferior a un dólar. Pero en el momento de los hechos había sido beneficiaria de una modesta quita en su deuda exterior multilateral, lo que había mejorado tímidamente sus ratios internacionales y su endeble solvencia.
Aprovechando esta ultima circunstancia, “DENEGAL” adquirió la deuda en cuestión al precio de 3,3 millones de dólares. Acto seguido, la compañía demandó a Zambia ante los tribunales británicos por un monto de 55 millones de dólares: el valor del principal, intereses y costas. Lo deplorable del asunto es que, a través de un sinuoso proceso legal, la corte inglesa ha adjudicado a “DENEGAL” activos de Zambia en el Reino Unido por valor de 15,5 millones.
Lejos de tratarse de una anécdota aislada, la sentencia representa tan solo la punta del Iceberg. El propio Banco Mundial ha alertado de este ataque producido contra los países mas desasistidos aprovechando la mejoría de su capacidad de pago, derivada de los programas multilaterales de alivio de la deuda. A finales de 2007, al menos 11 de ellos eran objeto de 38 litigios. El total de la demanda se ha estimado en 2.000 millones de dólares cuando la deuda original era menos de un cuarto de la reclamada. Los principales bufetes de abogados de Londres y Nueva York asesoran a esta nueva saga de depredadores, a los que Gordon Brown ha calificado de “perversos e inmorales”.
Cuenta la leyenda que el maestro Nasreddin Hodja, invitado a cenar a Palacio por el Sultán Timur Lan, se deshacía en halagos a cada uno de los platos servidos. “No me ha gustado el pescado” señaló lacónicamente el Sultán. “Tenéis razón, Majestad”,corrigió Hodja de inmediato: “demasiado aliño, para ocultar quizá una pieza poco fresca”. El monarca, frunciendo el ceño le replicó: “Hodja es mi consejero justo y amante de la verdad , ¿cómo explica sus cambios de opinión? “Porque trabajo para mi Señor”, aclaró Hodja, “y no para el pescado”.
Los tribunales, como el sabio Hodja, no han sabido trabajar para la justicia con los mas desfavorecidos, ni siquiera para la justicia a secas. Trabajan para una legalidad sin alma, donde las víctimas, por estar demasiado fatigadas, esperan en silencio que el destino tercie para ser indultadas.