La sucesión de DSK.
Manfred Nolte
La inevitable dimisión de Dominique Strauss-Kahn como Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, derivada del sonoro escándalo protagonizado días atrás en el exclusivo ‘Manhattan Sofitel’ neoyorquino, y su posterior encarcelamiento y linchamiento mediático, aviva la necesidad de reestudiar una problemática previa e independiente de dichos episodios, y que reside en la reformulación de los criterios de selección de los altos cargos de las Instituciones multilaterales, muy en particular los que afectan al FMI y al Banco Mundial. El tema es pertinente, dado que el recién nombrado Director General en funciones, John Lipsky, ha anunciado igualmente su intención de abandonar el Fondo en Setiembre.
Los antecedentes del tema se sitúan en el ‘acuerdo entre caballeros’ informal cerrado al término de la segunda guerra mundial, que consagró un ‘statu quo’ entre las potencias vencedoras según el cual los gobiernos europeos se reservaban el nombramiento del primer ejecutivo del recién creado FMI mientras que Estados Unidos designaba al Jefe del Banco Mundial.
Esta ley no escrita rigió asimismo para la elección del último inquilino de la Institución surgida de Bretton Woods , si bien ya en abril de 2009 el G20 había acordado “un procedimiento abierto, basado en méritos y transparente, para la contratación de la gerencia del FMI”. Un compromiso ignorado que ha llevado desde entonces a la contratación de dos Directores Generales adjuntos cimentando la dominación de los países ricos en la cabeza de su organigrama. Las cuatro posiciones de primer nivel en el FMI estaban hasta ahora copadas por representantes de Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Japón.
Las líneas que siguen proponen tres ingredientes o requisitos clave para asegurar en el futuro, y si es posible, en el momento actual, un proceso de selección efectivo para el representante de una Institución como el FMI con unas disponibilidades de 900.000 millones de dólares, que la convierten en un proveedor de fondos sin paralelo, cuya eficacia depende en gran medida de su primer gestor.
El primer atributo del candidato sería su adecuación. El Director del FMI tiene la difícil tarea de conciliar a los lideres mundiales en busca de un nuevo orden mundial mas allá de los propios intereses nacionales en la formación de un proyecto multilateral irreversible. Esta ha sido una de las tareas innovadoras del G20 quien ha investido a su vez de una autoridad sin precedentes a la Institución de Washington. La prevención de las nuevas crisis, algo que habitualmente aquejaba solamente a los países en desarrollo, alcanza en la hora actual a países desarrollados como los que constituyen la periferia de la eurozona. A la capacidad y carisma para dirigir instituciones públicas complejas debería agregar una independencia ejemplarizante, adornada del conocimiento sustantivo de los temas propios del Instituto, contribuyendo a “la promoción y mantenimiento de altos niveles de ocupación y renta” como señalan los estatutos fundacionales del Fondo, con sensibilidad hacia los países mas desfavorecidos, a las desigualdades, el desempleo y otras lacras que amenazan la estabilidad mundial. Lo cual no quiere decir que la capacitación técnica deba prevalecer sobre la credibilidad política sino que debe añadirse a ella.
En segundo lugar se precisa un proceso abierto basado en méritos personales para designar dirigentes que se deban a la Institución que lideran y no al país que los ha promocionado. Resulta un requisito sencillo si hay voluntad política para implementarlo. Los procedimientos de selección estandarizados se encuentran en los despachos de los mejores ‘head hunters’ del planeta y son moneda común en la búsqueda de ejecutivos de alto nivel para la industria o los servicios. Tal proceso promueve la confianza. La prioridad del mérito sobre el posicionamiento político supone la eliminación definitiva del actual acuerdo entre caballeros, y de las negociaciones entre países individuales en el mercado de trueques de favores.
El tercer objetivo reside en asegurar la legitimidad. Hasta el proceso mejor designado puede quedar influido por políticas de trastienda y acciones de presión por parte de gobiernos poderosos que buscan su propio interés. Para evitarlo la selección debe someterse a una ‘doble mayoría’: un voto por país y el correspondiente al voto en la Asamblea o porcentaje en la cuota del FMI.
En un momento de incertidumbre económica global los gobiernos debieran poner en marcha el sistema necesario para asegurar que las decisiones futuras de quien lidera una de las instituciones mas poderosas del planeta sean transparentes, legitimas y eficaces.
Pese a ello, la especulación ya se ha desatado y los nombres de Christine Lagarde, Axel Weber o Kemal Dervis figuran en la cabecera de las quinielas, lo que con toda probabilidad conducirá al anuncio de un hecho consumado. La favorita es la francesa.