La Presidencia de turno de la Unión Europea (UE) que desempeñará José Luis Rodríguez Zapatero a partir del 1 de Enero próximo, ocurre en un momento donde la inercia derivada de la firma del Tratado de Lisboa conduce endogámicamente a cerrar su propia arquitectura institucional y a colmar, quizá, las lagunas geográficas de una Europa inconclusa.
Aunque el mandatario español no haya dado pista alguna acerca de su programa social al asumir el liderazgo del viejo continente, esbozaremos algunas ideas-fuerza en el ámbito de la cooperación, necesariamente selectivas y taquigráficas, que una Presidencia medianamente sensibilizada estaría obligada a promover.
Para comenzar, el saneamiento del sistema financiero, cuajado aun de incertidumbres, constituye una condición previa e inexcusable. Reglas que garanticen el juego limpio, pongan fin al descontrol e instauren un renovado modelo de supervisión bancaria. La Banca aburrida de siempre al servicio de la economía real.
Las políticas de gasto deberán seguir activando el rescate de la economía y contener las plagas sistémicas del milenio: el paro y la pobreza. La precariedad no es un tema ajeno a la Unión. En su seno, casi 80 millones de personas viven en estado de necesidad. Las tasas oscilan entre el 10% de la Republica Checa y mas del 20% en Bulgaria, Latvia y Rumania.
Mas allá de los enclaves emergentes del Este se alza el “Muro de la Pobreza” como nos recuerda el Nobel Yunus. El liderazgo europeo resulta crítico en el apuntalamiento del hemisferio sur. La mitad del dinero que se destina en el mundo a ayudar a los países vulnerables proviene de la UE. El objetivo es alcanzar el 0,7% del PIB cuanto antes, a más tardar en 2015. Aun así, un centenar de naciones sufren serios retrasos en la senda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio contabilizando enormes costes en términos económicos, humanos y sociales.
En el plano mercantil, mas allá del levantamiento de las medidas proteccionistas, el sur espera de Europa en 2010 la culminación de la Ronda de Doha, la reducción de los subsidios a la agricultura, la reformulación de los “acuerdos de asociación económica” en línea con los principios de Cotonou, y la activación de los programas de “ayuda para el comercio”.
En Noviembre de 2008 con ocasión de la Cumbre de Doha, la UE asumió que “la evasión de capitales es una traba mayor para la movilización de los recursos para el desarrollo”. Pero cada año los países indigentes ven como las empresas transnacionales redireccionan sus beneficios hacia centros fiscales opacos, hurtando fondos a la sanidad, la educación o el medio ambiente. La Unión debe apoyar los esquemas de intercambio automático de información fiscal así como una normativa contable que promueva la imputación de beneficios de forma diferenciada a cada país. No es menor el provecho que para el freno de la corrupción supondría la abolición definitiva de los numerosos paraísos fiscales que florecen en su propio territorio.
Hace falta dinero adicional pero no separado de la opción transversal del desarrollo para preservar el “Bien Común” que nuestras emisiones de carbono están contribuyendo a destruir. La ya devaluada cumbre de Copenhague no consolidará lamentablemente las negociaciones climáticas y menos aun las urgentes acciones políticas previstas, entre ellas el consenso del nuevo Protocolo medioambiental que deberá sustituir al de Kyoto. Europa se ha comprometido al triple-20: reducir las emisiones en un 20% para el 2020 con una contribución de 20% de energías renovables. Pero hay que ir mucho mas allá profundizando en otras medidas como una resuelta protección forestal en los países en desarrollo o la introducción de una tasa sobre el comercio de emisiones.
Europa debe presentar un solo rostro en las Instituciones Internacionales, con la profunda incidencia que ello acarrea sobre la Gobernanza global. Una voz y representación única cedería asientos comunitarios a países emergentes y en desarrollo, contribuyendo a su mayoría de edad.
Frente a los Clubes privados, la UE sustentaría la legitimidad de Naciones Unidas como el máximo foro de consenso del Planeta.
Para terminar, el Gobierno de Bruselas con Zapatero a su cabeza, podría patrocinar una vasta campaña mediática de concienciación social donde se presentase gráfica y reiteradamente al ciudadano de la Unión el escenario dantesco de la miseria del planeta.
Lula da Silva ha apuntado al hambre como “ese arma moderna de destrucción masiva”. Pero, mientras tanto, El 74% de los europeos –según el “Eurobarómetro 09”- nunca ha oído hablar de los “Objetivos de Desarrollo del Milenio”.
Y a Usted, amable lector, ¿qué le evoca ese enunciado?