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domingo, 24 de abril de 2011

Minerales raros(El Correo, 24.04.11)

Minerales raros.

Manfred Nolte

Asaltaremos al amable lector preguntándole el significado de nombres como praseodimio, holmio, terbio o disprosio. Para darle pistas descartaremos a personajes de un nuevo episodio de ‘la guerra de las galaxias’.

Vecinos en la tabla periódica, en realidad son minerales -números atómicos 57 al 71- también llamados ‘raros’, (MR). Hoy tienen luz propia, como la tuvieron el uranio y el plutonio con el desarrollo de la energía atómica. Comprenden al escandio, el itrio y los lantádinos. Estos últimos son un grupo de 15, compuesto –además de los ya citados- por los elementos cerio, erbio, europio, gadolinio, lantano, lutecio, neodimio, samario, torio, tulio e iterbio.

La siguiente pregunta es como sigue:¿Qué tienen en común un teléfono móvil, un billete de banco, los superconductores, los sistemas de comunicación por fibra óptica y los equipos antipolución de su coche? Todos ellos –y millares más de productos de uso cotidiano- contienen cantidades reducidas de algunos de estos oscuros elementos químicos del planeta. Las baterías recargables necesitan lantano, mientras que los cristales de las televisiones planas requieren cerio. Los sistemas de escape de los automóviles contienen rodio, y los motores magnéticos de alto rendimiento precisan neodimio y disprosio. Todos ellos tienen propiedades únicas y cruciales para la miniaturización, las aplicaciones láser y la eficiencia energética.

Los atípicos elementos tienen sus peculiaridades, ya que siempre se hallan mezclados, debiendo ser secuencialmente desagregados con los consiguientes costes de explotación. En la mayoría de las minas, el peso o porcentaje se decanta hacia los minerales raros ‘ligeros’ que comprometen el 97-99% de los recursos, mientras que los raros ‘pesados’ son mucho más escasos. Como consecuencia, los precios difieren sustancialmente: 450 dólares el kilogramo de europio frente a 4,5 dólares el de cerio.

La demanda global en 2008 fue de 124.000 Toneladas por un valor de 1.100 millones de dólares. Las previsiones apuntan a 300.000 Toneladas para 2017 con un valor de 4.100 millones de dólares. Se estima que el 25% de las nuevas tecnologías requerirán el uso de minerales raros.

En pocas palabras: billones de dólares de productos de tecnología punta que serían imposibles sin la existencia de MR.

Un capítulo ulterior de esta charada se inicia con motivo de la colisión ocurrida en setiembre pasado entre un pesquero japonés operando en aguas limítrofes a las islas Diaoyu y dos guardacostas japoneses. Japón detuvo al capitán del arrastrero. China respondió cortando el acceso de Japón a la producción de sus materias primas estratégicas. Tras el incidente se esconde una amarga disputa de varias décadas en relación a la soberanía de las islas. Pero el hecho insólito es que debido a una contienda diplomática, China exhibe su poder negociador bloqueando la exportación a Japón de MR, estratégicos para su producción.

Y es que la patria del gran Dragón concentra el 95% de la producción mundial de este tipo de elementos. En Julio de 2010 el problema se ha agudizado al decretar las aduanas chinas contingentes y tasas a la exportación de estos elementos en una nueva política de acumulación de reservas estratégicas. En consecuencia sus precios se han disparado.

A lo largo y ancho del planeta, los países han despertado del letargo a la evidencia de que la Republica popular controla potencialmente el futuro de sus industrias tecnológicas. Este fenómeno se agudiza cuando occidente aborda la transformación de su industria automovilística hacia motores híbridos o eléctricos que utilizan dosis críticas de MR en sus cadenas de producción.

Son varias las razones que han llevado a China a convertirse en el Goliat de la industria vanguardista y poder exhibir esta situación dominante. Los procesos de excavación y proceso de los minerales, altamente tóxicos, han contado con una tolerancia total en el ordenamiento del gigante asiático frente a las más estrictas regulaciones medioambientales de occidente. Por otra parte la errática política de precios practicada por la industria china ha destrozado cualquier iniciativa de la competencia, precisada de acometer inversiones masivas, con la constante amenaza de un retorno a situaciones previas a la adopción de contingentes.

A la creación de una OPEP uninacional de los minerales estratégicos, hay que agregar otros atributos desestabilizadores para la economía occidental: las masivas ayudas de estado que facilitan la obtención de contratos clave, la presión sobre las compañías extranjeras para deslocalizar sus sedes hacia territorio chino y en particular la política cambiaria: un ‘yuang’ competitivo que no está dispuesto a revaluar. Súbitamente el coloso asiático monopoliza todos los ases de la baraja.

La moraleja de esta narración resulta tan cínica como razonable: lo que occidente no ha sabido practicar en dos centurias de hegemonía económica se torna una tímida exigencia a la nueva superpotencia mundial: que asuma generosamente las responsabilidades de transparencia y equidad inherentes a su status de liderazgo.

domingo, 10 de abril de 2011

La carta de los Obispos( El Correo, 10.04.11)

La carta de los obispos.

Manfred Nolte

‘Una economía al servicio de las personas’ es el título de la reciente carta de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria dirigida al conjunto de fieles e instituciones, tanto de iniciativa social como pública, que forman nuestro entramado social(www.bizkeliza.org).

El tema abordado es “la aguda crisis que estamos padeciendo”, las “situaciones graves de pobreza y exclusión social entre nosotros”, que impulsan a la jerarquía diocesana a asumir su responsabilidad.

Los autores no pretenden realizar un sesudo ejercicio de investigación ni adentrase en el laberinto de las controversias teóricas. “Nuestro deseo es comprender los hechos de manera adecuada, leerlos a la luz de la fe”, proponiendo los cambios necesarios para que la realidad económica esté al servicio de “toda la persona y todas las personas”, ofreciendo su propia respuesta solidaria.

El propósito de estas líneas es triple. En primer lugar aplaudir la iniciativa en sus términos más generales y convenir en la descripción de los hechos descritos. En segundo enmarcarla en las líneas de pensamiento y de acción globales sobre la promoción del desarrollo. En tercero y último constatar la feliz convergencia de éticas y religiones en la persecución del ‘bien común’.

Pudiera haberlo sido, pero el texto publicado por los Prelados es lo más alejado de una fácil proclama panfletaria. Aunque la infundada modestia de sus redactores alude a la renuncia al rigor científico o a la aportación de soluciones técnicas o políticas, su lectura nos descubre unos amanuenses perfectamente documentados, que siguen paso a paso la génesis de una crisis de indiscutible origen bancario y estadounidense, que se desparrama por el planeta generando una cadena de horrores en el plano de la economía real, y luego de la presupuestaria, alimentaria y energética. La carta aventura que “esta crisis se ha producido por una combinación de desenfoques teóricos, errores técnicos y faltas éticas”. Aludiendo a un número de carencias básicas sobre la que se asienta, destaca las doctrinas sobre los mecanismos autorreguladores del mercado, la ausencia de una autoridad monetaria global, y la carencia ética, sin la que esta crisis no se habría producido del modo como lo ha hecho.” Difícilmente encontraremos estudioso alguno de la fenomenología de esta ‘gran crisis’ que disienta siquiera en parte de estas proposiciones.

Una segunda consideración recuerda que la más alta y emblemática representación de la sociedad civil –la de mayor ambición democrática- se alberga en la Institución de Naciones Unidas. En ella convergen lo mejor de las aspiraciones de la inmensa mayoría de países y de sus ciudadanos y es Naciones Unidas la que ha producido hitos insólitos como su ‘Declaración de Derechos humanos’ y una serie de cuerpos doctrinales concomitantes.

Pues bien, el acervo doctrinal sobre promoción del desarrollo de Naciones Unidas que nace en el ‘Consenso de Monterrey (2002),pasa por la ‘Declaración de Doha’(2008) y se rubrica en la ‘Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos en el desarrollo’(2009), responde a una inspiración mimética de la recogida en los valores de la pastoral de Obispos y en general en la doctrina social cristiana , tales como “el bien común, el destino universal de los bienes, la subsidiariedad, la participación, y la solidaridad” . Basta recordar que Naciones Unidas ha tipificado como un derecho humano el ‘derecho al desarrollo’, que emana directamente del artículo 28 de la ‘Declaración Universal’.

Cuando la carta manifiesta que “estos principios se ordenan a la consecución y preservación de los valores de la vida social, inherentes a la dignidad humana: la verdad, la libertad, la justicia, la paz…” estamos escuchando a una larga lista de vanguardistas de la sociedad civil, encabezados por líderes como los nobel Stiglitz o Sen, entre muchos otros.

El tercer y último punto constata que ,si bien el diagnóstico y las terapias propuestas por las organizaciones civiles y la doctrina social de la Iglesia son abrumadoramente convergentes, varía esencialmente su objeto material, esto es, el ángulo de interpretación de una misma realidad, aunque no su diagnóstico ni su prescripción terapéutica.

La carta de los Pastores diocesanos es una aproximación aquí y ahora de los grandes postulados recogidos en la doctrina social de los Obispos de Roma. Para su correcta interpretación debemos remitirnos a su carácter pastoral y trascendente. No escuchamos tan solo una llamada a la reforma social, sino la voz de la sociedad eclesial que acude a las últimas raíces de la fe para auspiciar las coordenadas morales de los mercados.

El distinto prisma antropológico y teológico en nada obstaculiza la hermandad de las conclusiones. Éticas y religiones deben darse la mano para ser más flexiblemente interpretadas y más libremente compartidas. Pero de su convergencia brota un haz de luz esperanzador para los más desfavorecidos.