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domingo, 26 de septiembre de 2010

Milenio, síntomas y causas. (El Correo 26.09.10)

Milenio, síntomas y causas.

Manfred Nolte 


Acaba de concluir en Nueva York la cumbre de Naciones Unidas para el seguimiento de los 'Objetivos de Desarrollo del Milenio' (ODM), una solemne campaña lanzada en 2000 cuando los líderes mundiales se comprometieron a trabajar solidariamente para liberar a la humanidad de «las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema», en el horizonte de 2015. 


La gran crisis occidental que ha extendido su influencia a los confines más degradados del planeta no ha hecho sino retrasar el progreso hacia los ODM. Según datos del Banco Mundial, no solo se ha ampliado la bolsa de miseria en 100 millones de personas, sino que 71 millones más que hubieran escapado de su trampa para 2020 al ritmo de crecimiento previo a la crisis, dejarán de hacerlo.

La cumbre ha repetido los argumentos y lugares comunes. La declaración final refleja un cansino compromiso y una fe consensuada en diagnósticos y terapias que lamentablemente siguen haciendo hincapié más en los síntomas que en las raíces del problema: vuelcan sumas considerables de dinero en iniciativas a veces utópicas o de escaso rendimiento cuando deberían empeñarse en remover los verdaderos obstáculos al desarrollo que tienen la capacidad de encarar. Se insiste en acometer acciones para aliviar o condonar la deuda de los países más menesterosos y en el cumplimiento por parte del G-8 de los compromisos parcialmente olvidados. Ello, es verdad, puede ayudar a abordar la financiación de las masivas necesidades de infraestructura y las que suponen una respuesta al cambio climático de cuyos efectos los países más pobres son los mayores afectados. 
Pero la ayuda queda relegada a un segundo término frente a otras medidas imperiosas detrás de las cuales se sitúa el postulado de que no hay escape de la pobreza sin un crecimiento económico sólido, sostenible y equilibrado. 



Una campaña de ODM con posibilidades de éxito arranca del reconocimiento de los derechos humanos como elemento esencial. Los derechos humanos no son solo símbolos, sino también herramientas. Son valiosos porque deben ser operativos. Los mil millones de personas hambrientas del planeta no merecen caridad: poseen derecho a alimentos adecuados y el poder tiene la obligación de proveerlos derivada de las leyes internacionales. Los gobiernos que profesen un deseo serio de progresar en los objetivos del desarrollo deben adoptar los correspondientes marcos legales para la realización de los derechos económicos y sociales básicos: alimento, salud, educación.

Todas las revoluciones democráticas arrancan con los derechos humanos. La cumbre de los ODM ha perdido la oportunidad de iniciar esta senda ineludible. Más allá de este enunciado general, está en manos de Occidente una triple acción expansiva del desarrollo del sur que tan solo debemos recordar. En primer lugar, la acción colectiva de los países ricos y de los emergentes dinámicos en la utilización congruente de los desequilibrios entre deficitarios y superavitarios. Estos últimos deberían estimular la demanda doméstica que redunde en un aumento de las exportaciones de los primeros y, de rebote, del resto de países del Sur. Al mismo tiempo, el restablecimiento de la salud del sector financiero sigue siendo un prerrequisito para la estabilización del crecimiento global. 



En segundo lugar, liberalizando el comercio y desmantelando las barreras que obstaculizan las exportaciones de los países pobres. Una conclusión beligerante de las 'Rondas de Doha' sería muy deseable, pero no hay razón para que bloques como EE UU o la UE no otorguen el acceso libre de aranceles y de cuotas a los países más desasistidos desbloqueando los mercados agrícolas globales. 



En tercer lugar, la decisiva contribución occidental a la 'creación estatal' en los países en desarrollo que permita la creación de un sistema fiscal incipiente, la generación de recursos públicos y la consolidación inducida de las siempre frágiles democracias, superando localismos y fragmentaciones. Este objetivo será inalcanzable mientras persistan los paraísos fiscales al amparo del poder de los grandes intereses del Norte. Poniendo fin a la práctica letal para las arcas del Sur de los 'precios de transferencia' de las empresas transnacionales y a la espectacular sangría de los fondos de corrupción que encuentran cobijo en estos centros opacos, se revertirían al Sur múltiplos espectaculares de las cifras de ayuda oficial al desarrollo. 



Lula da Silva define al hambre como «arma moderna de destrucción masiva», pero ya se sabe que el tráfico de armas sigue siendo cínicamente tolerado.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Una contribución justa. (El Correo 12.09.10)

Una contribución justa.

Manfred Nolte

Algo gordo se cuece en la trastienda global cuando los lideres del G20 instruyen al FMI para que informe de “las opciones del sector financiero para realizar una contribución justa y sustancial a las cargas asociadas con las intervenciones gubernamentales para reparar el sistema bancario”, lo que anticipa nuevos impuestos para la profesión.

Ante esta amenaza se pone por los sujetos pasivos y sus patronales el preceptivo grito en el cielo, sintiéndose blanco de una demonización injustificable que ,de no corregirse, empujará irremediablemente a la economía real hacia nuevos periodos de abstinencia crediticia y con ello a perpetuar el estado reinante de paro y recesión.

No hay duda. La crisis global ha vuelto a situar a la fiscalidad en el centro de la agenda política. Los gobiernos que arrostran déficits masivos y deudas publicas gigantescas están a la caza y captura de nuevas fuentes de financiación. Tampoco son insensibles a las críticas sociales que reclaman que el sector financiero pague por sus excesos.

Según datos oficiales del FMI, el coste fiscal neto del rescate bancario en los países del G20 ha supuesto de media el 2,8% de su Producto Nacional. En los más afectados, el valor a fondo perdido representa del 4 al 6% del Producto. Los compromisos, incluyendo garantías y otras obligaciones contingentes han promediado el 25% del Producto durante la crisis. Adicionalmente, y como reflejo inducido de la recesión vigente, la deuda pública en los países desarrollados del G20 proyecta un incremento de 40 puntos porcentuales de PIB en el periodo 2008-2015.

Orillando, en consecuencia, cualquier tentación de desquite respecto de un sector que en grandes líneas y en amplias áreas geográficas no ha estado a la altura de su responsabilidad cardinal dentro de la economía, resulta obvio que los gobiernos, en el ejercicio de su obligación, traten de actuar en un doble frente: en el de la recuperación de lo debido en una primera instancia, y en el de la acción cautelar o preventiva después.

En su reciente respuesta al G20, el FMI, sugiere una carga ‘retroactiva’, aplicada sobre balances históricos aun cuando sirva para reducir y encarar los costes de futuros siniestros.

El informe examina varias formas de actuación fiscal frente al sector financiero, atendiendo a distintos propósitos.

La primera, denominada ‘Contribución para la estabilidad financiera’ está ligada a mecanismos de ‘resolución’ creíbles y efectivos. Un impuesto para financiar rescates futuros pagadero por todas las instituciones financieras a un tipo ajustado que refleje los niveles de riesgo individuales y sus contribuciones al riesgo sistémico, generalmente sobre los pasivos del balance.

‘Resolución’ significa, llegado el caso extremo, aparcar a los accionistas, reemplazar a los gestores y confirmar las perdidas de los acreedores no asegurados. Muchos países carecen de un mecanismo similar para reducir la incertidumbre ante los acreedores, liquidar con rapidez las deudas protegidas y descartar cualquier reducto de ‘riesgo moral’. Ninguna entidad sería demasiado grande para quebrar, pero ello requiere ir asignando una amplia dotación dineraria que haría innecesaria la intervención del estado.

Otra línea de contribución propuesta se abriría a través de una ‘Tasa sobre las actividades financieras’ –en inglés ‘FAT’- girada sobre la suma de beneficios y remuneraciones de las instituciones financieras. Ambos conceptos constituyen el granel del ‘valor añadido’ bancario. Un impuesto de este tipo sería una especie de IVA, en un sector caracterizado por la no sujeción a dicho impuesto.

Considerada en el informe, aunque controvertida, se sitúa una tercera “Tasa sobre las transacciones financieras”, que tiene la peculiaridad de representar la bandera de la sociedad civil en la batalla de la solidaridad con el sur.

Algunos Gobiernos ya han puesto manos a la obra con medidas y alcances desiguales. Suecia se adelantó hace algún tiempo. Reino Unido y Alemania han aprobado sendas propuestas que entrarán en vigor el 1 de enero próximo. Obama ha presentado su ‘Canon de responsabilidad sobre la Crisis Financiera’ que se halla en trámite parlamentario. La Unión Europea lo incluye como punto fijo de su agenda. Francia lo ratificará con los próximos presupuestos.

En España la medida puede no resultar imperiosa. Tenemos el Fondo de Garantía de Depósitos y en principio la restructuración del sector no parece que haya de costar demasiado al contribuyente. Algún antecedente, a nivel autonómico, está incluso impugnado ante el Tribunal Constitucional.

Pero una tasa preventiva sería una cuota profesional, el coste de ‘estar en el negocio’ como pagar las primas de los seguros o mantener los sistemas de información. Porque historias de éxito de hoy pueden convertirse en sonoros escándalos mañana, como aconteció con Lehman Brothers y otros más, y la industria bancaria debe prever esa contingencia.

domingo, 29 de agosto de 2010

Capitalismo, pero no como lo conocemos. (El Correo 29.08.10)

Capitalismo, pero no como lo conocemos.

Manfred Nolte

El capitalismo no ha muerto. Las crisis constituyen una fuente de reinvención y fortalecimiento. Cuando la economía se enfrenta a retos decisivos “emerge una nueva versión mejor dotada, que reemplaza a la forma dominante previa.”

Tal es la tesis de ‘Capitalismo 4.0: El nacimiento de una nueva economía’ de Anatole Kaletsky, redactor económico de ‘The Times of London’ y promotor con George Soros del ‘Instituto para el nuevo pensamiento económico’ de Nueva York.

Kaletsky identifica tres fases en la trayectoria del capitalismo.

La primera constituye el capitalismo del ‘laissez-faire’ que se extendió entre las guerras napoleónicas y la gran depresión. El texto sagrado fue ‘La riqueza de las naciones’ y la visión dominante postulaba la estricta separación entre economía y política.

Los años 30 dieron paso a la segunda fase, un capitalismo social keynesiano que se extinguió con la ‘stagflacion’ de finales de 1970, cuyo ideario defendía la alta deseabilidad de las intervenciones gubernamentales.

Su tercera mutación, el fundamentalismo de los mercados bajo el mandato de Reagan y Thatcher persistió hasta la actual crisis , asumiendo que los mercados producen resultados óptimos y que los gobiernos deben intervenir lo menos posible.

La crisis del Capitalismo 3.0. abre las puertas a una nueva fase evolutiva de su desarrollo: el Capitalismo 4.0.

Kaletsky atribuye la severidad de la presente crisis a una sucesión de “grotescos errores no forzados” especialmente en Estados Unidos. Su ira mas incontenida la dedica a Henry Paulson, el secretario del tesoro con George W. Bush que autorizó el colapso de Lehman Brothers abrazado a su fe ciega en los principios del libre mercado . La hipérbole es espectacular. Actuando así, señala el libro, “Paulson estuvo mas cerca de destruir el capitalismo que Marx, Lenin, Stalin y Mao Tse Tung combinados”.

¿Cuáles son las teorías económicas que sustentarán la nueva era y qué acciones políticas prevé Anatole Kaletsky que resucitarán al nuevo capitalismo de las cenizas del fundamentalismo de los mercados?

Los postulados teóricos son imprecisos y siempre supeditados a su instinto metodológico. Kaletsky hace suya la consideración de Max Planck según la cual “las ciencias avanzan a golpe de funeral”. Por supuesto que Kaletsky derriba sin piedad el edificio teórico que apuesta por los mercados libres sin regulaciones ni intervención estatal, en particular el principio de las ‘expectativas racionales’ sustentado en la ‘hipótesis de los mercados eficientes’.

Pero es en la esfera política en la que el autor británico vuelca el caudal de sus convicciones. Bajo el ‘Capitalismo 4.0.’ prevalecerá como valor mayor el pragmatismo, la experimentación y el método de ‘error y prueba’, conductas todas ellas en las que las ideologías cederán el paso al sentido común, “aunque ello implique incertidumbre, ambigüedad e inconsistencia”.

Tal y como lo describe Kaletsky, el nuevo capitalismo representa una síntesis hegeliana del 2.0 y del 3.0 aderezado con un punto de darwinismo. El mundo encara una transición que reconoce la propensión a errar tanto de los mercados como de los gobiernos y cómo en ocasiones estos errores resultan fatales. En consecuencia ambos están llamados a colaborar correspondiendo a estos últimos evaluar la acción de los mercados de forma pragmática, caso por caso, asignando diversos pesos a la regulación según los casos y circunstancias.

Kaletsky es esencialmente un optimista aunque sus pronósticos entrañen serios desafíos para la administración de la cosa pública. He aquí algunos de ellos.

Más gobierno pero más reducido. Un sector publico depauperado experimentará un adelgazamiento de estructura unido a la expansión de su influencia y responsabilidad.

Los objetivos simétricos de la fiscalidad, la exacción impositiva y la redistribución precisarán de una gestión mas sutil. La elección entre impuestos mas altos y recortes de los derechos sociales o una reducción sustancial en otras actividades públicas discrecionales será inevitable. Los servicios de salud se orientarán hacia modelos mixtos público-privados al igual que la educación superior. Salud, educación y pensiones en una población mas longeva que supone hoy entre el 20 y el 30% del PIB de las economías avanzadas , constituirán el principal reto de los años venideros.

Servicios públicos como correos y otros de infraestructura serán privatizados, las reglamentaciones financieras se endurecerán, los modelos chino y occidental seguirán sus pautas de competencia sin convergencia y la racionalización del consumo de materias primas y del agua se operará a través de la fiscalidad.

Existen muchos libros sobre la crisis presente. Pero Kaletsky logra situar los hechos en perspectiva proyectándolos al futuro mas allá de la cronología de los eventos. Su libro es una contribución mayor al debate económico que deberá suceder al fracaso del fundamentalismo de los mercados.

domingo, 15 de agosto de 2010

Precios de transferencia: una permisividad odiosa. (El Correo, 15.08.10)

Precios de transferencia: una permisividad odiosa.

Manfred Nolte

Hasta un 70% del comercio mundial, según estimaciones de la OCDE, se lleva a cabo por las empresas transnacionales(ETN). De este porcentaje una parte significativa –‘operaciones vinculadas’- tiene lugar en el entramado interno de filiales y sucursales establecidos en distintos países por el grupo de matriz común.

Esta realidad ejerce enorme influencia sobre el equilibrio de la fiscalidad global, sobre todo en la recaudación del sur, que ve esfumarse de sus arcas públicas las cuotas devengadas en su territorio por las grandes firmas mundiales, cuya cifra relativa de resultados es maquillada y transferida a otra unidad del grupo ubicada en un centro financiero de baja o nula imposición.

La problemática y notoriedad de los ‘precios de transferencia’ no es exclusiva de los países más desfavorecidos. En 2006 la farmacéutica GlaxoSmithKline zanjaba una larga disputa con las autoridades USA abonando 3100 millones de dólares como sanción a una política de precios distorsionados. La alarma ha aumentado al detallar ‘Bloomberg’, en mayo pasado, que las ETN estadounidenses evitan pagar 60.000 millones de dólares anuales de impuestos utilizando precios de transferencia abusivos.

A principios de 2010, Google dejaba atónitos a ciudadanos franceses y del Reino Unido, al conocerse la noticia de que el mítico buscador evaporaba su carga impositiva en estos dos países transfiriéndola a otro de fiscalidad dulce, en este caso Irlanda, donde la multinacional californiana tiene fijado su domicilio fiscal.

Sin alejarnos de nuestra propia geografía, los medios recogían tiempo atrás el profundo malestar de participes minoritarios de la Acería Compacta de Bizkaia frente a usos análogos del accionista mayoritario Arcelor-Mittal.

Es manifiesto que las transacciones e imputación de gastos dentro de un grupo multinacional no se someten a las mismas reglas de mercado que las que se realizan entre empresas independientes. La matriz puede obligar a su filial a practicar precios artificiales. Adicionalmente aplica una política beligerante de reparto de cargas del grupo. Estas operaciones ‘vinculadas’ desvían el beneficio ‘natural’ generado por cada unidad productiva del grupo, hacia un tercer centro designado por la matriz de la ETN a su conveniencia y elección.

La reacción institucional –OCDE y Unión Europea, entre otras,- es poco incisiva adoptando la forma de recomendaciones no vinculantes, unas “leyes blandas” en forma de principios y normas de buenas prácticas que dan soporte a la normativa de cada país. Ello ha conducido a una multiplicidad de reglamentaciones nacionales sobre los precios de transferencia, una de las objeciones mas habituales invocadas por las ETN. Jurisdicciones fiscales de ámbito autonómico también regulan estas conductas. Es el caso de la norma foral 68/2009 de la Diputación Foral de Bizkaia.

Desde EEUU a China, Sudáfrica o Brasil, las ETN rizan el rizo de la regularidad. Cotizados bufetes de juristas especializados contribuyen eficazmente a guiar los pasos de sus gigantescos clientes sobre el filo de la navaja fiscal.

Entretanto, esta bolsa legal de evasión asfixia irremediablemente la capacidad presupuestaria de los países del sur. Mientras Occidente envía a sus funcionarios a negociar con las ETN y alcanzar acuerdos –largos e insatisfactorios- entre ellas y las haciendas locales, los estados depauperados carecen de sistemas fiscales efectivos, normativas ad hoc, y administraciones o cuerpos técnicos capaces de llevarlos a la práctica.

Las ETN esquilman literalmente a los países más pobres, a los que no solamente no revierten un solo dólar de beneficio sino a los que exigen todo tipo de vacaciones fiscales en una abusiva subasta de condiciones unida a una desastrosa acción sobre el medio ambiente con una utilización precaria de mano de obra y una rácana o nula cesión de tecnología a los cuadros autóctonos.

‘Global Financial Integrity’ (2010) utilizando fuentes de la ‘Fundación Heritage’, ‘PricewaterhouseCoopers LLP’ y Banco Mundial estima la pérdida fiscal de los países en desarrollo derivada de la manipulación de precios en ‘operaciones vinculadas’ en 100.000 millones de dólares anuales entre 2002 y 2006, y ratifica la hipótesis de ‘Christian Aid’ que sitúa hoy la cifra en 160.000 millones de dólares.

Las recetas para superar este ‘mal contable’ prescriben la presentación analítica diferenciada ‘País por País’ de las actividades de las ETN, la transparencia contable, la declaración de ‘beneficiarios legítimos’ de las transacciones con tolerancia cero para las ‘compañías en la sombra’ y vehículos secretos, el asentamiento de una competencia fiscal justa y en última instancia la erradicación de los paraísos fiscales.

La creación de sistemas fiscales sostenibles es clave para el sur, contribuyendo a la ‘creación de estado’ y a una relación de la administración con el administrado afirmando los frágiles vínculos de democracia.

Las ‘operaciones vinculadas’ torpedean vil y legalmente un objetivo tan precario.

domingo, 1 de agosto de 2010

Dos años de crisis.¿Cuanto mas? (El Correo 01.08.10)

Dos años de crisis:¿Cuánto mas?

Manfred Nolte

Al término de la primera victoria militar británica sobre Alemania en la segunda guerra mundial, en ‘El Alamein’, Egipto, Winston Churchill alertó severamente contra el optimismo excesivo. “Esto no es el final”-advirtió-“ni siquiera el principio del fin. Tal vez, si acaso, el fin del principio”.

Desde un preceptivo contexto de prudencia sorprende la aseveración de las grandes Instituciones multilaterales (FMI, BM, OCDE) que aventuran el final de la crisis 2008-2010 sugiriendo que el mundo se encamina decididamente hacia la recuperación.

No es ese el diagnóstico que delata el rostro del enfermo. Una ansiedad general e incontenida es la reacción mas visible ante la perspectiva de una larga etapa de crecimientos muy moderados, la impasibilidad o impotencia estructural ante el terrorífico problema del paro e incluso la réplica de una ‘década perdida’ al estilo japonés. Algunos síntomas aislados apuntan a dolencias aun mas preocupantes como la deflación que puede albergarse bajo la oleada de austeridad presupuestaria que se ha desbordado recientemente sobre la UE.

Como reacción a unas circunstancias patéticas, se observa una tendencia general en los particulares por demorar el consumo y ahorrar, y en todos los deudores, sean economías domésticas o empresas, por desapalancar posiciones y hacer frente a las cuantiosas deudas contraídas en la fase de expansión. Ello contribuye a contener los precios y aun reducirlos , creando una espiral de menor demanda y producción aumentando el valor real de las deudas, agravando aun mas la recesión. Una inflación a la baja incrementa los tipos de interés reales agudizando las posiciones deudoras.

Colapsos sectoriales de enorme trascendencia patrimonial como el de la propiedad inmobiliaria o los activos bursátiles descubren a los agentes económicos las traicioneras ventajas de un marco deflacionista. Bajo una tónica de aversión al riesgo, se generaliza un sentimiento ‘bajista’, a la espera de oportunidades futuras a precios mas favorables.

En Estados Unidos de América, el ‘Libro Beige’ se muestra cauteloso. Caen la confianza del consumidor, las ventas minoristas y la transmisión de viviendas. El índice de precios al consumo se redujo en junio por tercer mes consecutivo. Crece el PIB del segundo trimestre un 2,1% aunque por debajo del consenso del 2,5-3%. Desafortunadamente también crecen los inventarios y el número de préstamos fallidos. Un reciente informe demuestra que la economía americana no recuperará los empleos perdidos en la crisis hasta 2014. La tasa de paro no registrará los valores pre-recesión hasta 2021.

Eric Rosenberg, alude al “enorme exceso de capacidad de la economía USA que puede conducir a la desinflación”. Para el presidente Bernake, “los riesgos del crecimiento están ponderados a la baja”, lo que en el lenguaje de la FED descuenta importantes incertidumbres inmediatas.


En Europa las cosas no lucen mejor. La inflación se sitúa en el 0,7% (a/a). Sin posibilidad de devaluar sus monedas, las economías europeas, con un reducido número de excepciones, no tendrán otra opción que rebajar salarios y otros beneficios sociales o inmolarse en la sima de su creciente paro . Los recortes salariales junto a la austeridad presupuestaria ejercerán una presión bajista sobre los precios. Las empresas trabajan muy por debajo de su capacidad y el desempleo se halla a niveles del 10 por ciento, mientras algunos países periféricos como España duplican dicha tasa. Según datos de Eurostat, extrapolando la trayectoria de crecimiento del PIB en la época pre-crisis y comparándola a los niveles actuales de producción, 2010 contabiliza un gap de casi 10 puntos porcentuales en relación a 2007. Esta diferencia entre producto efectivo y potencial- estrechamente correlacionada a los niveles de paro- tardará años en enjugarse, siempre bajo escenarios de crecimientos positivos. La previsión de crecimiento para la eurozona es del 0,9% para el 2010 y del 0,7% para el año próximo.

Lamentablemente, estos sombríos decorados, concuerdan con el veredicto de la historia.
Michael Boskin ha concluido de sus investigaciones del pasado reciente que, en occidente, las recaídas se erigen mas en la regla que en la excepción. El inicio de los 80 es un claro ejemplo de recuperaciones estables que abocan súbitamente en recesión. Estados Unidos, Alemania, Reino Unido Japón e Italia registraron trayectorias alternantes de dos escalones(double-dip).La recesión USA de 2001 también contabilizó un retroceso puntual. Japón padeció tres recesiones en la ‘década perdida’ que se inició en 1990.
Aunque no estamos abocados ciegamente a la catástrofe, la experiencia advierte que una nueva recaída no sería una excepción, antes de abordar la senda definitiva del crecimiento sostenible.
Para entonces habrán cambiado muchas cosas en el sistema. Pero ese es tema para otra ocasión.

domingo, 25 de julio de 2010

G8: Promesas rotas. (El Correo 25.07.10)

G8: Promesas rotas.

Manfred Nolte


Stephen Harper, primer ministro canadiense, defensor acérrimo de la consolidación fiscal en boga, y anfitrión del G8 recientemente celebrado, convocó a los poderosos del planeta a la que él definió como ‘la cumbre de la responsabilidad’.

Al hilo de dicho eslogan tiene todo el sentido desempolvar las enseñas de los ausentes y preguntarse qué honor han hecho Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos a los acuerdos adoptados por el Club de los ricos en materia de ayuda al desarrollo, desde la ‘responsabilidad’ pregonada de la gobernanza global.

Porque la ‘Declaración de Muskoka’ es un ejemplo antológico de retórica vacía, de ratificación y solidaridad con los buenos deseos y ausencia simultanea de un inventario responsable de los resultados cosechados. Cuando estos se advierten insuficientes se entona un ambiguo ‘mea culpa’, se tacha al pasado de ‘inaceptable’ y se propina un nuevo pelotazo hacia un adelante sin delimitar.

La memoria institucional como la privada tiende a ser selectiva y ni siquiera el ‘Grupo de trabajo para la responsabilidad’ (AWG) creado en la cumbre de L’Aquila para hacer seguimiento de los compromisos del grupo en materia de cooperación parece haber activado las necesarias alarmas.

Retrocedamos a julio de 2005, cuando los máximos mandatarios del G8 reunidos en Gleneagles, alcanzaron un acuerdo para la condonación de la deuda exterior y ampliación de las ayudas financieras a los países pobres.

La cancelación total de la deuda a 43 ‘países pobres altamente endeudados’, se instrumentaría a través del FMI y Banco mundial en un programa titulado ‘MDRI’ y su cuantía ascendió a 63 millardos de dólares, de los cuales 40, “de forma inmediata”. Los fondos adicionales de asistencia al desarrollo al mismo colectivo, se cifraron en 50 millardos de dólares anuales, y de ellos la mitad irían destinados a África, hasta 2010.

Pero como ha denunciado Jeffrey Sachs, asesor especial del Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, e infatigable tutelante de los Objetivos de Desarrollo de Milenio para 2015, las promesas se han cumplido de forma cínica o fragmentada.

De una parte, en cuanto a la condonación de la deuda, el acuerdo ‘MDRI’, aún habiéndose llevado a cabo, ha resultado ser una mera artimaña contable al cancelar determinadas deudas históricas de los países en crisis sin posibilidad alguna de reembolso. En definitiva se ha tratado de una ‘quita’ que torna en derecho una situación secular de hecho. El propio Gordon Brown, anfitrión y comunicador de la propuesta reconoció que mediante estas medidas “se trataba de terminar con una farsa. Se va a interrumpir el cobro de la deuda y el flujo de nuevos fondos a estos países en idéntico importe. Se trata de un ejercicio de contabilidad y no de altruismo”.

En cuanto a las ayudas asistenciales el G8 ha cumplido su compromiso africano al 50%, 15 millardos de dólares en lugar de 30. La mayor parte de los fondos de ayuda del G8 se han dirigido a Irak y Afganistán, extremo que conviene puntualizar.

La vaciedad de las palabras de los lideres del G8 pone en riesgo el planeta. El año pasado prometieron combatir el hambre del sur con 22 millardos de nuevos fondos que aun no han entregado. Prometieron crear un fondo de emergencia para combatir el cambio climático que aun no se ha constituido. Estados Unidos, con ser el primer donante del globo contabiliza las mayores desviaciones entre promesas y desembolsos, entre palabras y realidad.

El tratamiento de esta amnesia interesada no es fácil de abordar. Muchos propugnan que el G8 como grupo debe desaparecer y ceder su puesto al G20. Pero la medida no es tan clara como pudiera aparentar. De una parte el G8 concentra al núcleo del poder económico mundial y lo convierte en el donante idóneo, en el mecenas por antonomasia. En segundo lugar, la ampliación de la agenda del G20 a temas distintos de la superación de la crisis financiera global, el desencadenante de la cumbre de Washington, plantea serios problemas conceptuales de gobernanza y legitimidad que no pueden atropellarse sin mas.

A los líderes mundiales les falta por entender que los compromisos para combatir la pobreza, el hambre, la enfermedad, la incultura o el cambio climático son cuestiones de vida o muerte y que requieren una gestión responsable, comprometida y profesionalizada para su implementación.

El mundo de los desfavorecidos requiere verdadera responsabilidad, no palabras vacías sobre responsabilidad. La solidaridad no es un lujo para tiempos de bonanza ni una limosna cuando las arcas están llenas, sino una necesidad vital suscrita por los poderes públicos bajo el principio de la justicia y del imperativo moral.

domingo, 4 de julio de 2010

Toronto 2010: Pactando el desacuerdo. (El Correo 04.07.10)

Toronto 2010: Pactando el desacuerdo
Manfred Nolte

El pasado Domingo concluía en Toronto la cuarta reunión de los jefes de gobierno del G20 desde el inicio de la Crisis económica global.

Nueve meses antes, en Pittsburgh, los líderes mundiales acariciaban la idea de que lo peor de la recesión quizás quedase atrás y que el mundo avanzaba por la senda de la recuperación. Atribuyendo dicho resultado a la acción concertada y vigorosa de todos sus miembros no dudaron en definir al G20 como ‘el primer foro de la cooperación económica internacional’.

Sin embargo, antes de que la regeneración económica pudiera hacerse realidad, los mercados ha sufrido un nuevo y grave contratiempo en forma de crisis fiscal traducida en un vehemente rechazo a determinados activos soberanos, en particular de la periferia europea, cimentado, a su vez, en los altísimos déficits fiscales incurridos por sus emisores.

Esta dislocante disyuntiva ha conducido al Club de los 20 a un serio contratiempo, si no a un fracaso relativo.

A la sólida unanimidad de las posturas exhibidas en las tres reuniones anteriores, Toronto ha contrapuesto el resquebrajamiento del consenso internacional y una declaración llena de grietas. Canadá y Europa han mostrado su rostro mas impávido al postular, sin concesiones, la primacía de la consolidación fiscal, frente a la tesis de Obama, Brasil y otros emergentes que insistían en prorrogar las políticas de ayudas para asegurar el despegue aun incipiente y reversible de la actividad económica mundial.

Para redactar el Comunicado oficial de la cumbre, sus miembros han practicado un sutil ejercicio de funambulismo deslizándose por la tensa cuerda que conecta las posiciones antagónicas citadas. Finalmente, como término de equilibrio, las economías avanzadas promoverán “planes de consolidación fiscal favorables al crecimiento” comprometiéndose a “reducir a la mitad sus déficits fiscales para 2013 y estabilizar o reducir las ratios de deuda publica a PIB para 2016”. Pero puntualizando que “las medidas se implementarán a nivel nacional, ajustadas a las circunstancias individuales de los países”. Frases impecables firmadas con pulso de cirujano.

En realidad, los políticos se han limitado a ser mensajeros de una antigua rivalidad académica entre “austeros” (‘austerians’) y “estimulantes”. El primero reproduce un concepto recuperado de la reserva de la escuela austriaca(Friedrich Hayek y Ludwig Von Mises) y se refiere al recorte drástico de los déficits en tiempos de recesión, ejemplificado en las políticas liquidacionistas americanas puestas en practica por Hoover en 1929-30.

Krugman es un notable representante de la casta académica que postula imperiosamente la acción contraria: continuar con las acciones de estímulo, en especial las de corte fiscal. Mundel y Fleming modelizaron la relación demostrando que una contracción fiscal de un área de moneda flotante es perjudicial para el crecimiento del resto del mundo.

Está claro que el debate entre creación de empleo y consolidación fiscal es estéril y falso. La única divergencia estriba en el momento y la gradualidad de las acciones, en la secuencia de pulsado entre acelerador y freno dell vehiculo económico global. ¿Por qué, entonces, el desencuentro político y la fragmentación intelectual de la cumbre?

Hechos objetivos e ideologías se entreveran en la determinación de las decisiones. Como ha precisado Raghuram Rajan en su reciente publicación ‘Fault Lines’, los grandes acuerdos no pueden contraerse al margen de la ‘lucha de sistemas’. Las diferencias ideológicas previenen los consensos económicos
En los 80 y los 90 se cotizaban los mercados libérrimos. El Comunismo desaparece, China e India abrazaban el capitalismo y occidente exalta el Consenso de Washington. Luego aparecen las primeras hendiduras del edificio con las crisis mejicana y asiática. En 2008,tras la orgía financiera, la evidencia activa la decisiva intervención estatal.
Aunque la Declaración del G20 salva la paz, Toronto 2010 marca el inicio de un giro ideológico, y la moda política retorna firmemente desde la actuación beligerante del estado hacia el patrocinio soberano de los mercados.

Por si alguien albergaba alguna duda, un impuesto coordinado y global a la gran Banca ha quedado aplazado sine die, Trichet acaba de reducir de 12 a 3 meses el plazo de inyección de liquidez a los bancos de la eurozona y el BIS proclama que ha llegado la hora de eliminar las “distorsiones” provocadas por “instrumentos de políticas monetarias no convencionales”.

Una política agresiva de austeridad constituye el santo grial del último G20. Atrás queda no solo el pomposo marco para un crecimiento fuerte y sostenido sino el visto bueno a unas acciones publicas que ahora se tildan de ineficientes o cuando menos de desmesuradas. Lo que sea sonará, pero sería imperdonable que se dispare nuevamente la sirena del accidente multitudinario y sistémico, medido en clave de depresión económica.