Cambio de Paradigma.
Manfred Nolte.
Las crisis son endémicas al capitalismo. Una afirmación tan obvia y tautológica como aquella del celebrado Groucho Marx que señalaba al matrimonio como a la causa fundamental del divorcio. El sistema de asignación de recursos con sujeción a las reglas y artimañas de la oferta y de la demanda promueve épocas doradas de expansión, a las que suceden otras de tribulaciones, recortes del producto, recesiones, y en ocasiones puntuales, como en los años 30 del siglo pasado, una gran depresión. La economía reviste una trayectoria sinusoidal y no lineal, y en eso imita el biorritmo de la naturaleza, aunque esta, como madre que es, actúe de modo mas pautado y comprensible.
Llueven guijarros, por lo que produce reparo augurar que en algún momento escampará, pero aún así, podríamos preguntarnos qué se adivina tras el ciego recodo del ciclo, qué restos del naufragio serán aprovechables para reanudar la faena productiva y cuáles anticipan cambios de alguna magnitud.
A primera vista no parecen intuirse nuevos paradigmas, como los que provocaron las revoluciones demográficas del XVIII y XIX, alumbrando el maquinismo y la revolución industrial y el posterior surgimiento del marxismo, fruto de la eclosión del proletariado urbano. O aquella genial revelación de John Maynard Keynes, abogando en plena carrera hacia la bancarrota por estimular el gasto global en lugar de invocar austeridad y ahorro, que parecía mas lógico y natural.
Cuesta mucho cambiar de paradigma, esa forma de pensar colectiva que otorga al grupo referencia y estabilidad. Al que empuña un martillo, le apetece estar entre clavos.
Se habla mucho de cambiar de modelo económico, pero eso son palabras mayores. En economía política solo se reconocen los modelos tradicionales de libremercado, de plan central y economía mixta. No parece que nadie esté planteando variaciones del menú, sino cambios de ciertas políticas productivas o sociales, o de pesos sectoriales o suavización o endurecimiento de estructuras. Pero siempre dentro del paradigma vigente: la economía de mercado. Mas de lo mismo, aunque, si es posible, de forma más eficaz.
Salvada la proposición mayor cabría aventurar algunos hitos de inflexión en el sistema de relaciones dominante. Citemos tres.
Por ejemplo el direccionamiento del Sector Publico en determinados sectores, como el financiero. Para cierto tamaño -demasiado grande para fallar- el Estado se ha erigido en el garante de su viabilidad. Ello, lejos de apuntalar el modelo lo debilita, ya que al agravio comparativo producido por unas ayudas de estado tradicionalmente proscritas, premiando al malo en detrimento del bueno, añade un mensaje asimétrico. La moneda está trucada: cara gano, cruz pierdes. Beneficios para el accionariado, pérdidas socializadas. Esta herida cerrada en falso, tras la terapia paliativa de una mayor regulación y supervisión, precisará en su caso de la cirugía de la nacionalización.
Menores dudas suscita la calidad del próximo ciclo productivo: será sostenible o no será nada. En la actualidad el mundo está sometido no a una única, sino a una serie encadenada de crisis. Energía, alimentos y clima son, junto a las finanzas, otras tantas palabras clave que presagian graves amenazas para las vidas y el sustento de millones de personas , desafiando la estabilidad de la economía global.
Aunque la gobernanza mundial ha desviado tímidamente el peso del exclusivo club del G8 hacia el mas inclusivo del G20, con todo, las relaciones Norte-Sur tenderán a desglobalizarse durante un plazo indeterminado de tiempo. No cabe olvidar que el boom del consumo occidental fue financiado con los superávits por cuenta corriente de los países medios y en desarrollo, ya que sus flujos netos de capital retornaban como reservas a los países de origen, alimentando la base monetaria de occidente. Pero el capital destinado a las economías emergentes se desplomará en 2009 y con el sus reservas y potencial de demanda. Por ello la salida de la crisis será necesariamente lenta.
Por el contrario, las relaciones Sur-Sur conocerán una época de prosperidad, lideradas por la actuación de China y otros países emergentes en el continente africano, tanto en inversiones directas, como en ayudas crediticias.
Las crisis seguirán sucediéndose. Saldremos del infierno de la actual, pero en algún momento el animal incontrolado que hiberna en el subconsciente del mercado, volverá a actuar sembrando estragos y dolor.
Sin nuevos paradigmas, gurús y gobernantes dispensan recetas a discreción. El ciclo se cobra su peaje impasible y recurrente, y John Lennon advierte que “la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes”. Uno de ellos pudiera gestar el modelo rotundo y definitivo.
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