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domingo, 9 de mayo de 2010

Trece banqueros. (El Correo 09.05.10)

Trece Banqueros.

Manfred Nolte

El viernes 27 de marzo de 2009, trece banqueros, los máximos ejecutivos de trece de las Instituciones financieras mas poderosas de Estados Unidos fueron citados en la ‘Casa Blanca’ para entrevistarse con Barack Obama. “Ayúdenme a ayudarles” –les urgió el Presidente-, “estamos en el mismo barco”.

Transcurrido algo mas de un año , suena intacto el desconcertante eco de aquella convocatoria. ¿Cómo pudo el gobernante mas poderoso del Planeta adoptar un lenguaje tan pusilánime y defensivo?

De una parte, el Presidente, tras la evidencia de los estragos sistémicos, había ordenado el rescate financiero mas colosal y generoso de todos los tiempos. Paralelamente, el colapso de entidades tales como Lehman Brothers, Bear Stearns, Washington Mutual o Wachovia ,la absorción de Merril Lynch o la nacionalización del gigante asegurador AIG, no invitaba a la profesión a maniobras insolidarias.

La prodigalidad gubernamental, unida al natural pánico desatado por las bajas en varias de las principales marcas bancarias mundiales ¿no debería haber despertado en el sector una reacción incondicional de adhesión?

‘Trece banqueros’, el ‘best seller’ de Simon Johnson y James Kwak (2010) que da título a este artículo desvela algunas claves de la hermética resistencia ejercida por los banqueros americanos frente a la reforma de su marco regulador.

Johnson y Kwak analizan minuciosamente el cordón umbilical que une el perímetro de Wall Street con las carreras políticas de los congresistas. El coste electoral de un escaño en la Cámara de representantes en Estados Unidos se estimaba en 1,25 millones de dólares en 2006. El Sector financiero USA ha jugado desde siempre un papel central en su financiación: 34 millones de dólares en 2010. El Senador Richard Durbin no vacila en señalar que “Los bancos son los dueños del Capitolio”. Es duro morder la mano que te alimenta.

Pero mucho mas duro aun resulta romper el colonizaje cultural. La ‘ideología’ de Wall Street. La que sostiene que una innovación sin trabas y unos mercados financieros desregulados son productivos para America y para los demás, que lo que es ventajoso para el gremio financiero lo es también para las sociedad. Una clase política que cree a pies juntillas que America y el mundo necesitan Bancos tan mastodónticos como sofisticados, orientados al riesgo, en permanente actitud de innovación y altamente rentables. No en vano un buen número de Banqueros de Inversión ostentan posiciones de privilegio en la ‘Casa Blanca’, en el ‘Departamento del Tesoro’ y otros centros de influencia pública.

Esa captura intelectual se extiende a los reguladores. Ello no implica que sean corruptos o que actúen en beneficio propio. Pero en cuanto que los banqueros ganan poder e influencia en Washington, su ideario se convierte en la ortodoxia gubernamental. El muro establecido por el blindaje combinado de dinero e ideología resulta sencillamente inexpugnable.

Es la misericordia del perdedor: Obama debía recurrir a una lenta maduración de las voluntades para quebrar el granítico blindaje mental de Wall Street.

Así se ha venido desarrollando la frágil iniciativa de reforma del sistema financiero americano.

Ha sido necesario que estallase una cadena de escándalos, posiblemente la punta de un inmenso iceberg, en los que se entremezclan conductas inequívocamente inmorales y presumiblemente fraudulentas para que Wall Street haya desatado el clamor popular.

Casualmente, en las últimas semanas hemos tenido acceso fortuito a alguna de las cámaras de los horrores financieros: Malabarismos contables destinados a encubrir la verdadera cuantía del riesgo exterior de países en crisis, como Grecia y otros más. Comercialización de instrumentos financieros -‘Abacus’ o ‘Hudson Mezzanine’- sin advertir a sus compradores de estar específicamente diseñados para apostar en su contra. Testimonios de agencias de rating confesando haber flaqueado en el rigor de sus valoraciones. La industria financiera filmada en pleno timo.

Puede incluso que se aborden las correspondientes acciones penales. Pero lo sustantivo de este tipo de conductas es que ratifican a una buena parte del sistema bancario como un casino donde la orgía de la innovación ha servido de coartada a la codicia infame de unos iluminados que han provocado la ruina social.

Ya no es una cuestión de finanzas o economía. En ultima instancia es materia de salvaguarda política. De si el cerco impasible trazado por los distintos ‘Wall Streets’ del planeta en torno al concepto de democracia, puede detenerse y revertirse.

La sociedad reclama una reforma financiera coordinada que garantice que crisis como la actual no vuelvan a repetirse. Mientras tanto contempla atónita a Loyd Blankfein, máximo responsable de Goldman Sachs, entidad a quien el Senado americano acusa de defraudar a sus clientes, cuando aclara a un periodista: “Soy un simple banquero haciendo el trabajo de Dios”.

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