Cooperar en tiempos de crisis
En 1975 los Jefes de Estado y de Gobierno presentes en la XXV Asamblea de Naciones Unidas posaron para la foto de familia sin reparar en el decorado. Al distribuirla, los magnates de la política advirtieron que a sus espaldas figuraba un mural dantesco escenificando la desolación del planeta. El fotógrafo y sus cómplices se evaporaron, pero los políticos, abochornados, adoptaron por unanimidad una decisión ejemplar: destinar el 0,7% del PIB de los países ricos a aliviar la miseria de centenares de millones de humanos que libraban diariamente la desesperanzada batalla por la supervivencia.
En 2000, al proclamarse la Carta del Milenio, se estableció un plazo de 15 años, hasta el 2015, para erradicar la pobreza extrema y el hambre del mundo. La bandera del 0,7 volvió a ondear en Monterrey en 2002. También en Doha, en noviembre del 2008, cuando el mal estadounidense contagiaba ya gravemente al sur.
La realidad es que occidente dedica a asistencia al desarrollo algo mas de cien millardos de dólares al año, un aguinaldo de niños comparado con las multimillonarias cifras que aplica al rescate de su propia economía maltrecha.
El enfoque cuantitativo de la ayuda como una fracción de la renta de los países ricos no es la métrica óptima de su eficacia. Hay que invocar otros rasgos cualitativos: adicionalidad, previsibilidad, ausencia de condicionalidad y un largo etcétera mas. Solo el dinero es incapaz de comprar el desarrollo, pero a menudo es su condición necesaria.
Aunque las comparaciones, como dijo Max Ehrman, deberían evitarse, por conducir alternativamente al desaliento o a la arrogancia, extremos ambos igualmente repudiables, no hay mas remedio que someterse a la tiranía del benchmark. En 2007 los únicos países que superaron el umbral del 0,7% fueron Dinamarca, Luxemburgo, Holanda, Noruega y Suecia. El principal donante fue Estados Unidos destinando 21,8 millardos de dólares, con un descenso del 9,9% sobre el ejercicio anterior y un ratio del 0,16% de ayuda a PIB. La aportación combinada de los miembros de la Unión Europea, que representa el 54% de la mundial, cayó un 5,8% hasta 62,1 millardos de dólares, un 0,4% de su PIB agregado. España registró el mayor porcentaje de aumento, hasta el 33,8% en el periodo. Para situar las cifras en referencia, solamente el programa TALF lanzado en EE.UU. se cifra en un billón de dólares, diez veces la suma total de la asistencia global al desarrollo.
Dando un paso mas,¿cómo se aborda el tema de la cooperación en Euskadi? En febrero de 2007, la ley vasca de Cooperación propuso dedicar al desarrollo un porcentaje creciente de los presupuestos públicos, con la meta de alcanzar el 0,7% en 2012. Esta intención, en principio encomiable, aconseja algunas matizaciones.
En primer lugar, el compromiso de los países ricos –Euskadi se sitúa en el 130% de la media de renta per capita europea- se referencia al PIB. Una cosa es el valor de los bienes y servicios finales generados por una economía en un plazo determinado y otra la expresión de los gastos e ingresos que prevén liquidar periódicamente los poderes públicos. No cabe interpretar la elección del índice sino como un mero ejercicio deliberado de prudencia o conservadurismo, aunque las referencias-cuando son de común asunción- no deban sustituirse a la ligera. El presupuesto total de Gobierno Vasco para 2009 de 10,4 millardos de euros viene a representar aproximadamente un 15% del PIB del país: 69,2 millardos en 2008.
En segundo lugar, los fondos asignados a la cooperación internacional, 51 millones de euros para 2009 representan el 0,48% del presupuesto anual, sin que en los tres últimos años se haya percibido una progresión en la tendencia que otorgue credibilidad a un posible franqueo del umbral del 0,5%. Difícilmente se alcanzará para 2012 el proyectado 0,7% del presupuesto global. En términos homogéneos, la cooperación en Euskadi, incluyendo además de las consignaciones de Gobierno Vasco, las de Diputaciones y Ayuntamientos significativos, puede moverse en un entorno del 0,15% de su PIB.
Es verdad que el compromiso de la cooperación tiene un origen estatal, y son los Estados los responsables de alcanzarlo. También hay que reconocer que no corren tiempos de altruismo cuando el huracán de la crisis y los estragos del paro amenazan los cimientos de nuestra propia casa. Pero el coraje de las cifras reside en colocar cada cosa en su sitio, con elocuencia e imparcialidad. Entretanto, los mas desfavorecidos seguirán cargando, silenciosamente, con las penas de unos delitos que nunca cometieron.
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